Publicidad gubernamental engañosa

Seguimos pensando que el Tren Maya será a fin de cuentas un provechoso proyecto, no a pesar de, sino gracias...

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Seguimos pensando que el Tren Maya será a fin de cuentas un provechoso proyecto, no a pesar de, sino gracias a su naturaleza subsidiada —si hablamos a futuro, es porque aún no es ni de lejos una realidad—, pues entre las cosas defendibles de las economías de centro-izquierda e izquierda está que los gobernantes no piensen, como en el liberalismo y el neoliberalismo, que tienen que comportarse como empresarios o banqueros, cuya única misión es acumular riquezas, además de defender a toda costa a las grandes fortunas privadas.

Se trata de que la economía funcione bien, y eso requiere de que los gobiernos sean subsidiarios: el economista británico John Maynard Keynes defendía en sus teorías el papel del Estado como inversor o financiero sin importar que fuese por momentos deficitario según se estuviese cerca de la cima o de la sima de un ciclo económico, lo que, aunque nada es simple en dicho tema, explicaban muy bien los priistas de los primeros dos tercios de la posrevolución expresando que durante los tiempos de “vacas gordas” —parte alta de un ciclo— había que “enfriar” la economía cobrando más impuestos, ahorrando en cuanto a los ejercicios presupuestales y acumulando reservas, mientras que en la parte baja correspondía lo contrario: “calentar”, aplicar estímulos fiscales, elevar el gasto y echar mano de la riqueza nacional.

Lo entendió y sobre todo aplicó así Allan Greenspan, gobernador de la Reserva Federal de los Estados Unidos —la famosa Fed—, con tanto éxito que estuvo en el cargo de 1987 a 2006, durante los gobiernos de los republicanos Ronald Reagan, George H. W. Bush y George W. Bush, y del demócrata Bill Clinton, aunque el neoyorkino militaba en el conservadurismo —algo más bien raro en un ateo y con esa ideología económica—.

Los efectos innegables de la decisión del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador de invertir en programas sociales y, sobre todo, en grandes obras de infraestructura fueron el crecimiento del empleo y el buen desempeño de la economía, para sorpresa de muchos, y sabremos hasta dentro de un par de años si hubo excesos —entonces se lo reprocharían con singular alegría sus detractores neoliberales y “fifís”— o la medida fue la correcta.

Por cierto, en cuestiones financieras, estuvo acompañado por brillantes economistas, como el primer secretario de Hacienda, Carlos Urzúa Macías, quien diseñó las políticas, pero renunció porque sintió que no eran respetadas por su jefe, o Rogelio Ramírez de la O, que acaso ha contemporizado más con el inquilino del Palacio Nacional, pero también es alguien que conoce muy bien la materia. Eso permite cierto optimismo.

¿Todo esto por qué? Pues por ahí circuló un reportaje, que quizá maliciosamente se lanzó como un video-meme contra el Tren Maya, en el que muestran mil maravillas de un ferrocarril que opera en La Florida la ruta Miami-Orlando; aunque no haya sido así la comparación resultó muy tentadora, sobre todo por la falsa publicidad que se le hizo a esta obra emblemática de la Cuarta Transformación.

De nuevo: los resultados son ya muy positivos, aun cuando la obra con trabajos llega al 30 por ciento de su cobertura final, pues de lo que se trataba era de dinamizar la economía de la región Sureste, especialmente de la Península de Yucatán, que tiene amplias zonas muy deprimidas y hasta pobres, y está sucediendo así. Pregunte el lector a los taxistas, por ejemplo.

Y no es que no supieran en el Gobierno Federal los costos que verdaderamente tendrían, sino que por tratarse, para muchos, de más bien obras “faraónicas”, había enmascarar las cifras, especialmente debido a cuestiones principalmente electorales, lo que también se trató de publicidad falseada; el Tren Maya, verbigracia, hasta diciembre pasado tenía un costo de 515 mil millones de pesos —más lo que se acumule—, que calculando por lo que falta por construirse bien pidiera llegar a los mil o hasta mil 500 millones, aunque a diferencia del desértico Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y de la nada funcional y hasta de alto riesgo por desastres naturales Refinería Olmeca de Dos Bocas, el presumido ferrocarril, que obviamente parece un guajolotrén si se le compara con el Miami-Orlando que vimos en el curioso reportaje, acabará cumpliendo su objetivo de brindar oportunidades de desarrollo para la zona, empezando por el empleo que sigue generando la obra.

Tampoco hay que rasgarnos las vestiduras: la publicidad engañosa la hacen, han hecho y harán todos los gobiernos del orbe, pero con eso de simular que el retraso en una obra que se prometió terminada para antes del final del año pasado por respeto a las elecciones del 2 de junio —como si fueran adoradores de la normatividad electoral que han intentado reiteradamente tirar a la basura—, los de la Cuarta Transformación, empezando por su líder, sí que se pasaron… ¡de veras!

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