Priistas libres ante 2018

Doblegado el PRI en Quintana Roo, el proceso federal y local del 1 de julio de 2018 permitirá desarrollarse con toda libertad...

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Doblegado el PRI en Quintana Roo, el proceso federal y local del 1 de julio de 2018 permitirá desarrollarse con toda libertad a los protagonistas y talentos emergentes de ese partido, ya sin la correa impuesta por el gobernador priista que a menudo subordinó, descarriló e impulsó figuras por capricho, atendiendo su proyecto personal reñido con los intereses del estado.

Si bien los priistas se sienten como peces en aguas extrañas, ya sin su sanguinario tiburón protector, este escenario les permite hacer política de 360 grados, pactando alianzas y explorando el terreno para lanzarse al encuentro de las tres candidaturas: diputaciones federales, senadurías y presidencias municipales.

El gobernador Carlos Joaquín González no se ha metido de lleno en el juego partidista, y cuando tenga que involucrarse tendrá que hacer “recomendaciones” exclusivamente en el bloque PAN-PRD, en caso de que estos partidos compartan de nuevo el lecho nupcial.

Esta circunstancia política tiene sus ventajas para un priismo que hasta el proceso del 5 de junio de 2016 fue afectado por las decisiones de un gobernador que tenía un poder indiscutible y que aseguraba su elevado porcentaje de posiciones, asumiendo su papel de caudillo del proceso de selección de candidatos, sin que la gubernatura sea lanzada en esta canasta porque tan sólo tres gobernadores designaron sucesor: Mario Villanueva Madrid, Joaquín Hendricks Díaz y Félix González Canto.

La intervención del Comité Ejecutivo Nacional del PRI tiene su importancia, pero no se compara con el poder avasallante de un gobernante con toda la baraja de posiciones políticas y burocráticas para negociar, incluyendo la entrega de muchos millones o el coscorrón como recurso final para los rebeldes incorregibles.

La ausencia de un gobernador habitualmente dominante no es garantía de consolidación democrática en el PRI, pero les permitirá el flujo de manifestaciones en inexplorada libertad, estado que hará posible la manifestación vigorosa de figuras de un priismo contaminado por la gangrena de un borgismo que los condenó a una derrota evitable en 2016, pero cosechada con una combinación de locura, afán suicida y confianza excesiva en el poderío del ejército tricolor que lloró en su árbol de la noche triste.

 

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