Quien pone las reglas, pone la trampa

Lo cierto es que tal como la reforma a la Ley Electoral Estatal se ha conducido hasta el presente solo dejará una estela de caos antidemocrático...

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Lo cierto es que tal como la reforma a la Ley Electoral Estatal se ha conducido hasta el presente solo dejará una estela de caos antidemocrático que arrasará con cualquier vestigio de autonomía institucional, como se evidenció con la convocatoria a los partidos políticos para integrar sus propuestas a la reforma electoral siendo atribuciones del Ieqroo.

Partidos y líderes de grupos parlamentarios, en conjunción, están concentrados en la fecha de inicio del proceso local, así como reglamentar la reelección en cuanto a dejar o no el cargo tanto en ayuntamientos como en diputaciones, las candidaturas ciudadanas así como los tiempos de precampaña y campaña y la reducción o desaparición de las pluris.

La mayoría de los líderes de bancada son y han sido dirigentes de los partidos convocados, entonces conjuntarse para deliberar la reforma electoral, es más de lo mismo, además que son diputados pluris, coto de las dirigencias. Por cierto, las pluris están dentro del tema de reforma.

La Ley Electoral, órgano insustituible de la democracia, a la que bajo por ningún concepto puede reemplazarse como instancia plural al ser implicados como juez y parte para su deliberación. La XV Legislatura tendrá que instrumentar la reforma con las propuestas del órgano electoral local consensuada con los ciudadanos.

Habrá que acudir a la rigidez de la autoridad para que merezca la confianza de todas las partes y que las propuestas de reforma a la Ley electoral se asuman como supremas y se obedezcan; de ese jaez, asaz, esa reforma dispuesta por la autoridad será legislada en el Congreso del Estado para convertirse en una regla suprema, sin réplica.

Los representantes del PRI, PAN, PRD, PVEM, PT, MC, PNA, PES (sin Morena) dieron por asentadas sus propuestas de reforma en la legislatura local, la que deberá tener listas las adecuaciones al marco normativo de reforma a mediados de septiembre.

Por lo que se vislumbra, se generará una dinámica para quebrantar la ley electoral institucionalizada, lo que amenaza con desolar el potencial de los  electores al proponer las reglas de juego a los partidos políticos, lo que indicaría que son juez y parte.

La reforma a la normatividad electoral va a ser necesario legislarla sin el actuar de representantes de partidos y cognómenes que los acompañen para pretender sea una reforma a modo, con poder dictatorial, y así poder aplicar todas las triquiñuelas y argucias al conducirse en los procesos electorales.

Por otra parte quedaría en evidencia la impotencia de la autoridad electoral en el Estado representada por el Ieqroo y Teqroo para resolver y penalizar los agravios a las normas vigentes en los comicios electorales.

En el torneo de los “buenos deseos” con trasnochados dogmatismos ideológicos, verbigracia, el neo líder del Partido Encuentro Social, PES, Gregorio Sánchez Martínez, entregó una propuesta de reforma, la que fue puesta en escena en las redes sociales, al proponer una regla para “bolsear” a los pobres, –multar a quien no vote–.

El tiempo juega en contra de la desorbitada idea de “Greg”, pues la vida de los quintanarroenses se endurece y se desborda económicamente, mientras muchos descontentos hacen fila en la riada que conduce al abstencionismo.

Las leyes y normas que rigen los diversos aspectos electorales de la existencia electoral colectiva, los partidos se apoyan en la tradición intríngulis para infringirlas. El mayor argumento para irrespetar las normas electorales fue siempre, y ha sido, hasta ahora, que se ha hecho así en el entrecruce de las escaramuzas en las contiendas electorales.

Ello representa a más de un contendiente dominante para afirmar la supremacía del poderoso sobre los demás, en particular referencia a la política desprovista de su carácter simbólico: ¡para servir al pueblo!

Se ha aprendido a desconfiar de la insistencia propagandística de los partidos políticos, porque aunque dicta el adagio popular: “Lo que se ve no se juzga”, el electorado es quien decidirá, finalmente.

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