Animales nocturnos, demasiada belleza

La nueva cinta de Tom Ford pretende ser una película de Tarantino fotografiada para Vogue.

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Una cinta memorable y que da de qué hablar, pero en general es una pintura muy bien ejecutada pero de poco significado. (Cortesía/ SIPSE)
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Por Rafael R. Deustúa

Una imagen perfecta no refleja la realidad puesto que ésta es imperfecta. La perfección es el atractivo de las revistas de moda que en cada foto la explotan hasta en el más mínimo detalle: un departamento de ensueño con modelos -no personas- vestidos con un glamour inmaculado. Atraen por ser un bello sueño y se sabe que es un mundo irreal, eso es bueno para una revista de moda pero malo para un thriller dramático.

Bella y exitosa, Susan Morrow es una millonaria galerista de alta sociedad cuya vida y matrimonio se derrumban a escondidas. Recibe el texto de una novela que su primer marido escribió y le dedica, por lo que empieza a leerla por curiosidad, pero se va ensimismando conforme la historia de un terrible crimen surge de esas páginas.

Tom Ford supo extraer un buen concepto de la novela de Austin Wright, pero le fallo la forma en que lo llevó a la pantalla, en particular el casting y la dirección de arte. Su historia inicia bien y aprovecha para crear un buen sentido del suspenso, sin embargo decepciona cuando se desinfla su historia y termina siendo un ejercicio estético.

El director alude en buena parte a su faceta como diseñador de moda (fue director creativo de Gucci e Yves Saint Laurent y ahora tiene su propia marca), empleando la estética del mundo de la moda en una historia donde no convenía. Maneja en paralelo la “vida real” con la novela que Susan lee, pero ambas tienen una perfección estética tal que se pierde credibilidad. Una vez dejas de creer en la historia, ésta es una película muy bella, pero plana y cansada.

Las actuaciones de Jake Gyllenhaal y Amy Adamas son magníficas, en momentos logran eludir ese mundo perfecto donde los encerraron, pero lamentablemente ése mismo entorno les roba credibilidad a las emociones que buscan reflejar; lo mismo le pasa al gran villano de Aaron Taylor Johnson. Los secundarios del mundo se Susan son robóticos, quizá por instrucción del director, pero no queda claro.

Una cinta memorable y que da de qué hablar, pero en general es una pintura muy bien ejecutada pero de poco significado.

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