Por Rafael R. Deustúa

Un elemento decisivo para el éxito de una película es ser estrenada en el momento adecuado, pero es algo casi imposible de predecir hasta ver la respuesta del público. Es como lo ocurrido el fin de semana pasado en Estados Unidos, donde la película menor “Pitch perfect 2” dobló la recaudación de la estelar “Mad Max: Fury Road”, sin contar ni con la mitad de su propaganda... atinó al momento. Tomorrowland” apuesta a que éste es un momento de esperanza.

Al tocar un misterioso pin, la quinceañera Casey ve una ciudad futura de maravillas científicas y se empeña en llegar a ella. Sin embargo, la ciudad no está en la Tierra, al menos no en la que conocemos, plagada de hambruna, guerra, terrorismo y desesperanza. Para alcanzar ese sueño se ve asociada con Atenea, una misteriosa niña, y Frank, un niño genio ya crecido, con quienes emprende la misión de salvar el futuro.

El filme inicia con el sello Disney y lo honra, al menos en lo que se refiere a su tradición de entretenimiento positivo para niños. Su director, Brad Bird, detrás de animaciones como “Up” y “Los Increíbles”, demuestra que también sabe trabajar con actores e imprime un agradable dinamismo a su narrativa, entreteniéndose lo justo en cada escena y develando la historia por partes, para mantener el interés y que, cuando lleguemos al final, se comprenda el mensaje.

Bird trabaja en armonía con un excelente equipo de producción de arte, quienes diseñaron fantásticos escenarios de ciencia ficción clásica que aluden a la era en que se creía que el futuro era de luz y esperanza, antes de que una visión opuesta del mañana, oscura y postapocalíptica se apoderara de las historias y después de las audiencias. Explicar ese contraste de visión, elemento clave en la comprensión de la trama, lo logra Bird con sencillez.

La trama se apoya bien en el carisma y dinámica interpersonal de sus actores centrales, Britt Robertson, George Clooney y Raffey Cassidy, que se equilibran bastante bien. Clooney y Cassidy trabajan con credibilidad y Robertson logra sacar su papel avante a pesar de que ya no tiene el físico de adolescente que su rol requería; lo cual es meritorio.

Los efectos especiales apoyan bien el diseño de producción y la historia, mientras que la música despierta nostalgia al recordar las cintas de aventuras actuadas de Disney en los 80.

Una película que llega en buen momento a levantar el espíritu y enseñarnos un par de lecciones ya conocidas, pero que valía la pena repasar.