Hay amigos que son más que hermanos (Proverbios, 18:24)

Maralco, me preguntaron amigos con quienes me reuní el sábado –a algunos de los cuales hacía 50 años que no veía-, ¿qué fue del cascarrabias? Sólo tú lo aguantabas. Y es que desde la lejana edad estudiantil era igual: cualquier cosa lo ponía de un humor del demonio y no se podía ni hablar con él. Pero también era un “justiciero”, como se encargaron de recordarme esos viejos camaradas.

¿Te acuerdas cuántas veces  se alzó contra alguna actitud o decisión que le parecía injusta?, me dijo el Oso –así le apodábamos-. Creo que no tenía miedo de nada, menos de señalar lo que no le parecía justo y ni los maestros se escapaban de su ira. 

Le respondí: Claro que me acuerdo, por eso lo tronaban a cada rato, sobre todo los profesores que no tenían ni idea de lo que era su materia y de los cuales había varios. Nunca pude controlarlo y eso que yo era el único al que le medio hacía caso. Les conté cómo murió el cascarrabias: viejo, solo y sin amigos. No pude evitar una lágrima en su memoria.

Ese, sin embargo, fue el único momento triste de la tarde que transcurrió entre brindis con bien heladas cervezas –con una botana de medio pelo, la verdad-, salpicada de anécdotas, recordaciones, risas y hasta alguna que otra canción de las que solíamos cantar en aquella época.