Beatriz Rodríguez Guillermo

Doy gracias a Dios por el privilegio de haberla conocido y de poder compartir con ella esas ilusiones pedagógicas y estéticas al servicio de la educación artística entre los jóvenes yucatecos.

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En la misa de cuerpo presente que celebró el padre Raúl Lugo, subrayó cómo en estos tiempos de llamados al odio y la discordia hay seres cuya sabiduría y generosidad marcan el camino. Beatriz Rodríguez Guillermo fue uno de esos seres. Si todos pasamos por el mundo, expresó el padre Lugo, hay quien deja una estela de perfume al transitar, como Beatriz Rodríguez Guillermo.

Han sido estas últimas semanas de pérdidas de seres muy queridos para mí. Algunas compartidas con mis posibles lectores y otras guardadas en silencio, pero la muerte ha sido cruel en estos días. Por eso me siento con cierto derecho de abrir mi intimidad y comentar en público cómo, al recibir la comunión junto a su féretro, sentí profundamente que debía dar gracias a Dios por el privilegio de haberla conocido y de poder compartir con ella esas ilusiones pedagógicas y estéticas con las cuales Beatriz Rodríguez Guillermo y su magisterio se pusieron, incansables y hasta el último momento, al servicio  de la educación artística entre los jóvenes yucatecos.

Pero fue maestra de artistas porque ella misma era una gran poeta. En el inicio de uno de sus libros deja caer un verso que lo dice todo: “No es necesario el mar para los sueños”. Constructora de sueños para otros y para ella misma, veía la muerte, al revés de Manrique, como cantó Ernesto Cardenal (“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la vida”). Así, pues, la muerte ha quedado superada porque, como ella misma dijo en otro poema: “Sólo la luz me pertenece”.

Mujer luminosa, se entregó a la vida y a permitir la expresión del arte entre los jóvenes de la ESAY. La educación artística es todavía un tema a discusión y lo será por largo tiempo porque no se trata de una ciencia exacta y se trabaja con emociones.

Así, no resulta remoto manipular al joven artista en lugar de permitirle hallar su propia voz. El magisterio del arte no es una imposición de fórmulas que se transmiten sino un acompañamiento en el descubrimiento de la expresión que desea salir de muy dentro de cada individuo, uno y diverso. 

Todo lo contrario del dogmatismo, el magisterio artístico de Beatriz Rodríguez Guillermo fue amistad. Tenía mucho de la ternura de ese Dios que ha querido tenerla muy pronto junto a El, demasiado pronto para quienes, egoístamente, la deseábamos más tiempo a nuestro lado.

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