Cargar pilas y seguir adelante

La vida me coloca hoy como el experto y el maestro, cosechando lo sembrado. El punto medio que equilibra la balanza con juventud y experiencia no podrá ser superado.

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En el último mes he vivido experiencias encontradas, que de alguna manera me confirman que mis más de cinco décadas de existencia han valido la pena. Hace tres semanas, en evento médico, tuve la oportunidad de convivir con galenos de distintas latitudes del país. Carla, Alejandra, Yael, Esteban y Daniel, cinco generaciones de reumatólogos que me recordaron años mozos y encendieron la llama del joven que nunca nos abandona, pero que la rutina aletarga.

Convivimos en la academia y espacios de esparcimiento. Se multiplicó mi energía, me hicieron ver la vida de una forma más sencilla, sin tanto prejuicio que matiza y marchita esa actitud jovial que debería ser siempre nuestra tarjeta de presentación. Fluidez de ideas, ansias de comerse el mundo del conocimiento, deseos de construir horizontes promisorios para los enfermos fueron la constante. Un servidor les compartía lo que para ellos era historia y para mí fue presente. ¡Qué experiencia! 

A una semana, a mi madre, por padecimiento que amenazó su existencia, tuve que ingresarla en la T-1 Mérida del IMSS. Este evento me regresó 26 años en el tiempo, al estar en un servicio de urgencias,  donde, más allá del médico, eres familiar y me llevó a reflexionar bajo dos perspectivas ese devenir cotidiano. 

La primera reflexión es sobre la saturación del servicio, fenómeno cabalgante, consecuencia de mayor migración, menos poder adquisitivo, mayor demanda en las instituciones públicas y menos recursos invertidos en infraestructura, resultado todo de menor inversión en salud sexenal con base en cifras comentadas por la OCDE. 

Afortunadamente allí estaban la enfermera Diana, Dres. Montalvo, Vázquez, Falcón y Ruz, jóvenes  todos. No importaba la cantidad de trabajo, ni las limitaciones por falta de insumos para cristalizar sus conocimientos, buscaban con actitud y decisión resolver problemas. 

Energía, deseo de crecer en conocimientos, ansias de devolver la salud a más de cien personas que llenaban el área diseñada para 34 dolientes eran la constante. Destaco que algunos fueron mis alumnos y ahora mis maestros. Me enorgullecieron por su docto proceder con todos. 

Dos experiencias, distintos escenarios, pero semejante actitud. La vida me coloca hoy como el experto y el maestro, cosechando lo sembrado. El punto medio que equilibra la balanza con  juventud y experiencia no podrá ser superado. A ellos gracias por mostrarme, que “esto no acaba hasta que se acaba”.

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