Los ciudadanos y su Estado

Ante una protesta militar, estaríamos ante una ruptura en la tradición civilista de nuestras fuerzas armadas, dentro de la cual, es inadmisible que un militar confronte a su comandante supremo.

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Cuando la imagen me llegó al juats, pensé que se trataba de otro invento (Como que el mes pasado me hubieran dicho que el presidente le iba a organizar un mitin en Los Pinos a Trump para levantar su campaña, haga usted de cuenta). Se trata de fotos de banderas izadas de cabeza en instalaciones militares, en lo que se interpreta como una protesta contra el gobierno. Dejé de sonreír al confirmar que eran imágenes reales. Oficialmente se trató de errores y los responsables fueron sancionados. Quiero creerlo (Y tengo razones científicas para hacerlo. Dice la Navaja de Hanlon, reseñada en la Leyes de Murphy: “No le atribuya nunca a la malicia lo que puede ser explicado por la estupidez”).

Sí se tratara de una protesta estaríamos ante una ruptura en la tradición civilista de nuestras fuerzas armadas, dentro de la cual es inadmisible que un militar en activo confronte, aun simbólicamente, a su comandante supremo, el presidente, sin importar qué ciudadano en particular ocupe el cargo. Sí por el contrario se trató sólo de soldados desmañanados, la lectura de los hechos que se hace en las redes sigue siendo preocupante. Se celebra que los militares reprueben hoy al gobierno con el mismo entusiasmo con el que desde hace años se denuesta a los diputados. Aquello llevó a un rechazo social, no ya contra los parlamentarios corruptos o ineficientes, sino contra los legisladores todos y el Congreso mismo. El espacio político más plural y cercano al ciudadano fue repudiado en favor de la ilusión de un presidente salvador.

Entusiasmarse hoy por un imaginario rechazo militar a la Presidencia es dar otro paso como sociedad en la consecución de un régimen autoritario, en donde los principales instrumentos democráticos, la representación plural soberana y las autoridades electas sean relevados por un buen tirano. La democracia impone también la obligación de ejercer ciudadanía. El derecho al repudio lleva aparejada la obligación de reconocer las consecuencias del propio voto, de las propias acciones y hasta de las propias omisiones. El presidente y los legisladores lo son porque fueron electos. Es consustancial a la democracia criticarlos y reemplazarlos con nuevos electos, no lo es encumbrar políticos, desconocerse en su empoderamiento y culpar de sus actos a las instituciones democráticas.

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