Dejando huella ante la adversidad

Nunca falta el/la egocentrista, egoísta y traidor, que allende valores nos desilusiona cual Judas contemporáneo.

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Semana de supervisiones, compromisos y demás “vainas” administrativas; los resultados de ese trabajo en equipo permitieron entregar recuento decoroso. Seguir sin cejar, con esa actitud de servicio, sirvió de colofón a quien encabezó la revisión. 

La mayoría del grupo evidenció su actitud leal, dando el extra, sin esperar nada a cambio. Son momentos de cosechar lo inculcado en valores, principios y enseñanzas de padres y maestros, que dieron lustre a otra generación. No había nada de estoy cansado, es demasiado o no voy a poder. Con ejemplo aprendimos a que ante todo está el doliente, y de esa entrega precedida de exigencias nos sentimos orgullosos. 

De forma contrastante vemos en estas “nuevas épocas” cómo se acelera la erosión de ética, valores y principios por detonantes irrefrenables, llámese sobrecarga laboral, desgaste psicológico, violencia por doquier, que, cual lastre, son los vagones de esa locomotora llena de carencias con el nombre de México turbulento, que limitan en sumadas ocasiones alcanzar en el área de la salud nuestro objetivo: rescatarte de la enfermedad.

En este tema, detectamos de forma coincidente otro elemento que acecha y amenaza nuestro real afán de lograr metas, y me refiero a la envidia y rencor entre semejantes, que nos llevan a “darnos patadas bajo la mesa”. Cuántas veces ante la adversidad, más allá de las diferencias, nos unimos para sacar adelante cualquier empresa de beneficio colectivo, y nunca falta el/la egocentrista, egoísta y traidor, que allende valores nos desilusiona cual Judas contemporáneo.

Este sujeto, ante su falta de principios, se convierte en la quinta columna, hace cualquier cosa por quedar bien con el superior, mientras realiza lo imposible por dejar mal al grupo que lo cobija. Muchas veces utiliza argucias, que sólo evidencian su pusilanimidad por medio de la compra de conciencias que manipula con grácil verborrea. El canto de sirenas sólo puede atrapar al débil de carácter, más allá de su formación o jerarquía alcanzada. ¿Están de acuerdo? Hay que detectarlos y juntos evitar que, con la manipulación de cifras estadísticas o argumentos falaces, lleguen a tener poder  insano. Son un mal que es necesario erradicar. 

Finalmente les digo que seguir luchando y construyendo baluartes de servicio es una obligación de hoy y siempre. No dejarse amedrentar por los menos, cuando conoces ese camino que te hace único y que se asfalta con sabiduría acumulada. Quisiera concluir mi experiencia semanal con no amedrentarse, enfrentar al servil y seguir trabajando en equipo, cristalizando acciones que serán la huella de tu transitar terrenal.

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