Donde amé la vida

Hoy sé que quienes abrazamos nuestros sueños volvemos a encontrar esos lugares hermosos que nos significan tanto.

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Escribo desde Buenos Aires, vine a presentar mi obra “Del Manantial del corazón” en el Festival Latinoamericano de Teatro. La primera vez que estuve aquí fue para ver el estreno de mi obra “Santificarás las fiestas”.

Uno de mis grandes amigos, Edgar Chías, me invitó a participar en un ciclo sobre los 10 mandamientos. Otro gran amigo, Claudio Valdés Kuri, me había dicho: Tienes que ir a Buenos Aires, el fenómeno teatral que viven en este momento es importantísimo.

Estoy seguro de que una mujer tan creativa como tú aprenderá viendo cómo han acondicionado los espacios, hacen teatro hasta en las cocheras. Llamé a Ignacio Escárcega, que en ese momento era coordinador nacional de teatro y le pedí el boleto de avión, le prometí que iba a ver teatro de tiempo completo y que un día iba a ser importante.

Ignacio sonrió, me compró el boleto y viví un mes en Buenos Aires, vi mucho teatro, conocí gente importante y generosa. Me recomendaron ver las clases de Bartís, temí al principio. ¿Me dejaría ver sus clases el afamado maestro? Llegué a su foro con intención de comprar sus libros, videos y ver su obra. Todo estaba agotado. Me frustré, le dije a la secretaria que quería ver la clase del maestro.

Un hombre bajito me dijo: ¡No se lo recomiendo, se va a aburrir! Le torcí la boca e insistí a la secretaria: vengo de México, es mi única oportunidad para conocerlo. El hombre me obsequió unos libros y me dijo: para mis hermanos mexicanos, lléveselos, es un regalo. ¡Era el maestro! Me abrió la puerta de su salón y vi su tremendo trabajo con los actores. 

A la salida me obsequiaron un boleto para su estreno. No podía creer en mi suerte, la generosidad del teatro argentino se replicó muchas veces. Amé la vida; entendí que sin tenacidad no hay recompensa. Otra amiga me dijo que quien camina siempre en la misma dirección encuentra su destino.

Hoy sé que quienes abrazamos nuestros sueños volvemos a encontrar esos lugares hermosos que nos significan tanto. Una alegría sensible habita mi corazón: compartiré mi teatro con los que compartieron conmigo hace unos años. No sé si soy importante como le prometí al buen Ignacio -a quien debo mucho de mi carrera-, pero sí sé que dedicar mi vida al teatro hace que el teatro me dedique mágicos  momentos.

Escribo desde Buenos Aires para mis lectores en Mérida, para decirles que todo vale la pena porque un día el teatro nos regalará el paisaje extraordinario, no olvidemos las palabras de la poeta: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”.

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