De la edad y la lectura

Por años se ha pensado que leer es una actividad, o mejor dicho, inactividad propia de los seres sedentarios y ociosos...

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Contra lo que podría pensarse por el título de esta columna, no es mi intención hablar de los tipos de lectura según la edad, tema bastante manido. No, lo que pretendo es reflexionar un poco acerca de cómo afecta la edad en la cantidad de lecturas exclusivamente, pues he notado en mi persona y en otros lectores que ésta va disminuyendo conforme el tiempo transcurre…

No sé si a todos les pase, pero ahora comienzo a pensar que la juventud sí influye en la voluntad lectora. De niño y de adolescente me aventé cosas atípicas para mi edad como Goethe, Virgilio u Ovidio; ya en los veintes tenía la fuerza y los ánimos para echarme novelones de autores como Dumas, Mann y Grass. 

Ahora en mis treintas ya me pesan los libros grandes, no sólo por su tamaño, sino porque mi paciencia y capacidad de atención se han visto disminuidas. Agradezco a los autores breves y concisos en su narrativa, esos que te conducen sin que te des cuenta hasta el final. 

Encuentro que me da más trabajo acometer esas enormes obras de mi temprana juventud, lo cual me preocupa, porque de seguir así sólo podré leer las obras completas de Condorito y cía.

Mientras el lector casual podría pensar que esta problemática es superflua y digna de las contrariedades del primer mundo, no lo es así para los lectores de toda la vida, habituados a que la lectura sea un hábito. Luego entonces, no es de sorprender que nos tomemos tan en serio esta cuestión. Y es que, si uno lee 50 libros al año, no necesariamente significa que estos libros sean de la extensión de lo que solían ser en los inicios de un lector profesional. Esto es, aquel que selecciona sus lecturas y  las programa cualitativa y cuantitativamente hablando.

Existen factores que afectan el índice de lecturas personales: los hijos y la familia, las presiones económicas y laborales, la disminución de la vista y del poder de concentración y abstracción. Algunos lectores ya entrados en la cuarentena me comentan que cada vez leen menos y, en cambio, ven mucho más cine y televisión.

Por años se ha pensado que leer es una actividad, o mejor dicho, inactividad propia de los seres sedentarios y ociosos. Mas uno se juega el físico a la hora de afrontar la literatura tanto en lo profesional como en lo personal. No por nada el dicho popular “eres un carga libros”, que lleva implícita la carga física tanto en los brazos como en la espalda. Al leer, en especial cuando no hay buena luz, se puede forzar la vista. Más en el caso de que usted conserve una vista perfecta o suficiente.

El trabajo para que tanto el cerebro como la imaginación no se cansen de tantas lecturas; que tampoco se agobien por elementos distractores propios de la llamada posmodernidad. Quiero suponer que lo anterior es parte ineludible de la madurez existencial, y así hay que tomarlo.

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