Educación y desarrollo sostenible

En este contexto, la Unesco acordó impulsar el Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible, en el periodo 2005 a 2014.

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Tras las Cumbres Mundiales del Medio Ambiente y el Desarrollo de Río de Janeiro (1992), Johannesburgo (2002), y nuevamente Río en este 2012, se han sentado y reiterado, entre gobiernos y sociedad, las bases conceptuales y programáticas de la estructura de cambios necesarios, que, en materia de protección, mejora y conservación del medio ambiente, deben ponerse en práctica, contenidas en la denominada Agenda XXI. El concepto sostenibilidad surge con estas buenas intenciones, pero además de una nueva terminología, lo que se pretendía era incorporar nuevas ideas, nuevos programas y nuevas promesas y compromisos, de y para todos, especialmente de cara al futuro.

En este contexto, la Unesco acordó impulsar el Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible, en el periodo 2005 a 2014, próximo a concluir, como un instrumento orientado a coordinar acciones, a promover iniciativas, a desarrollar programas y a incentivar instrumentos sociales, que contribuyeran a reducir los problemas ambientales existentes e ir mitigando de manera sostenida sus causas, lo que poco hemos visto reflejado en nuestros procesos formativos.

En todo esto, el Desarrollo Sostenible aparece como uno de los grandes desafíos de la humanidad, como se manifiesta en el Informe sobre los Objetivos del Milenio, del que ya llevamos caminados 12 años. Ahí se propone el establecimiento de alianzas y compromisos para abordar los problemas del presente, muchos heredados de malas prácticas, de las cuales muchas persisten o se han potenciado; pero no basta con estas alianzas, de las cuales permanecemos al margen; lo que necesitamos es tener conciencia como sociedad y poner en práctica programas con objetivos específicos para atender con eficacia estos procesos de deterioro, programas que es necesario construir y desarrollar con el compromiso de la sociedad en su conjunto.

Los balances sobre el cumplimiento de los objetivos de Río de Janeiro, de los que poco conocemos, no han sido todo lo esperanzadores que debieran; esto evidencia la necesidad de invertir más esfuerzos en educar y transitar a un tipo de desarrollo más equitativo y consecuente con las necesidades, presentes y futuras, del desarrollo a escala humana.

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