El asombroso discurso público de Estados Unidos (de América)

Es el mundo al revés, porque no estamos hablando aquí de estrategias diseñadas para las mayorías

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No creo que exista otra democracia en el mundo donde miembros prominentes de un partido político importante profieran las barbaridades que tan alegremente sueltan los republicanos en nuestro vecino país. La mera existencia de Sarah Palin ya nos planteaba un enigma decididamente metafísico a los observadores de la realidad pública norteamericana, pero esa gente, la extrema derecha del Great Old Party, no solo no ha aprendido la lección, sino que ha tomado como rehén a una agrupación donde el centrismo y la moderación no parecen tener ya lugar.

Ah y, por Dios, ¿en qué lugar de este planeta puede plantearse siquiera que los ciudadanos que ganan más de un millón de dólares al año no deben pagar un poco más de impuestos mientras que a los pobres se les pide que se aprieten el cinturón y que acepten toda suerte de recortes en los magros beneficios que reciben del Estado? ¿Dónde se puede encontrar una sociedad de sumisos adoradores del dinero ajeno —ese que nunca van a poder tener porque está reservado a una minoría a la que cada vez es más difícil pertenecer en estos tiempos decreciente movilidad social— tan dispuesta a aceptar un sistema diseñado para favorecer a los más privilegiados? ¿Qué hombre político, en cualquier lugar, se atrevería a presentar planteamientos tan escandalosos si en la inmensa mayoría de países las propuestas de políticas públicas se dirigen a los sectores más débiles y desprotegidos de la sociedad o, en todo caso, no exhiben nunca tan declarado apoyo a los poderosos?

Es el mundo al revés, porque no estamos hablando aquí de estrategias diseñadas para las mayorías sino, por el contrario, de un sistema que procura mantener intactos los intereses de un porcentaje muy pequeño de la población. Y esto, de la manera más pública y notoria, por no decir descarada, reclamando, encima, fidelidad a la ideología de un partido que representa a la mitad de los electores. En cualquier otro lado, una estrategia parecida implicaría un auténtico suicidio político. En Estados Unidos es parte de una extrañísima normalidad.

El tema nos concierne porque las fallidas negociaciones sobre el presupuesto en el congreso estadunidense representan una inquietante amenaza a la economía mundial y, en el caso particular de México, un golpe directo a nuestras perspectivas de crecimiento, de por sí no excesivamente brillantes. Y lo más sorprendente de la situación que estamos viendo allá, en un país que se enorgullece de su sistema de representación y que ha sido un ejemplo de democracia para el resto del planeta, es que se parece mucho a ese entorno de inoperancia legislativa, obstruccionismo cerril y parálisis política que tan nefastas consecuencias ha tenido aquí, en México, desde que el Presidente de la República dejó de ejercer los poderes omnímodos que le aseguraba el antiguo régimen priista.

No son buenas noticias, en todo caso, y el llamado “abismo fiscal” (una mezcla de drásticos recortes al gasto y subidas de impuestos) que resultaría de no cambiar las leyes actuales, y que ocurriría automáticamente el 1 de enero, agravaría severamente la recesión que ya padecen las economías europeas —que cuentan con un relanzamiento de la actividad productiva en Estados Unidos para salir del agujero en que se encuentran— y a la propia nación americana la hundirían en una muy peligrosa crisis.

¿Hasta dónde va a llegar la tozuda oposición de los republicanos recalcitrantes? ¿Tan importante les resulta no subir impuestos a los más ricos como para poner en riesgo a toda la economía mundial? Quedan diez días, sin contar las fiestas de las Navidades, para evitar la catástrofe. Y, si un Obama maniatado no puede hacer gran cosa, el flamante Presidente de México todavía tiene mucho menor margen de acción para impedir que ocurra una calamidad económica justo cuando comienza su sexenio.

Así de negro parece el panorama que nos ofrece un 2013 que todavía no ha comenzado. Los extremistas del Tea Party, por lo visto, quieren escenificar su propia versión del fin del mundo. Que alguien los detenga, por favor.

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