El Hobbit y los indeseables

Esta subespecie no desarrolla el oído interno como nosotros, por lo que no son capaces de modular su volumen de voz.

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Al final del recalentado navideño, con amigos o familia, surge el antojo de una buena película. No dudo que la versión doblada de Mi Pobre Angelito estuviera en el canal 5, pero yo suelo respetar el séptimo arte.

Era momento de conocer el HFR 3D (High Frame Rate 3D), los 48 cuadros por segundo que Peter Jackson presume revolucionarán el cine, duplicando por primera vez el estándar de 24fps para eliminar el efecto “borroso” del movimiento en el cine, acercándose como nunca a la visión del ojo humano.

Así que acudí a una de las dos salas en Mérida que permiten ver “El Hobbit” en este formato.

Estábamos listos para apreciar el siguiente avance en la historia del cine, corrían ya los primeros minutos y llegaron tres indeseables ocupando los asientos a mi izquierda. Ahí se acabó la magia para la docena de personas que tuvimos la desgracia de tenerlos cerca.

Si hubiesen llegado antes los habríamos identificado a tiempo para cambiarnos de lugar. Pese a ser parecidos físicamente a los humanos, los indeseables presentan características peculiares en su comportamiento.

Esta subespecie no desarrolla el oído interno como nosotros, por lo que no son capaces de modular su volumen de voz. Sin embargo, estudios recientes en machos sugieren que la tendencia a hablar alto en el cine refleja una competencia de dominio sobre sus pares.

Zoólogos explican que las groserías recurrentes evidencian su bajo dominio del lenguaje, así que al pedirles silencio usé palabras simples y un tono calmado, evitando también una mordedura. Por unos momentos parecieron comprenderme, pero no fue así.

Aún peor, el indeseable presenta una malformación de la mandíbula, por lo que hace un ruido desmesurado con las palomitas y gran parte de las que intenta meterse a la boca terminan por escabullirse.

Un desfase en el sentido del tacto no les permite percibir, en base al peso del vaso, cuándo se agota la bebida, por lo que siguen aspirando por un trago más que nunca llegará.

Algunos proponen prohibirles la entrada, aunque el problema podría resolverse con campañas educativas previas al inicio de la película o con guardias que los controlen, y así evitar lo que a todas luces sería un apartheid en los cines.

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