Ante todos los rumores, premoniciones, expectativas y sentimientos que generó el tan mentado fin del mundo que se espera acontezca mañana, se tiene que reconocer que estas “noticias” levantan siempre el morbo, incluso buenos sentimientos y propósitos de cambio.

¿Cuánta gente correría buscando salvación, de suceder algo mañana?, ¿cuántos una nueva oportunidad?, aún si de repente una fuerte brisa tumbara algunos árboles y con ello despertara la preocupación de unos cuantos incrédulos.

Ni se acaba el mundo, ni lo predijeron los mayas, ni se sabe cuándo. La condición humana, prevalece casi igual, luego de sobrepasar situaciones difíciles viene el sentimiento y determinación de querer cambiar, de ser diferente, de mejorar, aunque, la mayoría de las veces, esta decisión no es nada más que una llamarada de petate. Dura unos instantes y luego desaparece.

De todos los propósitos son pocos los que se cumplen. La mayoría de las veces se dejan los buenos propósitos, para cuando otra amenaza de fin del mundo se acerque.

Por eso hay hipótesis incluso de psicólogos de que hay que tocar fondo para cambiar realmente, mientras eso no suceda, seguimos en nuestro estado de comodidad, inmóviles… ¿No lo cree?