El problema de ser y tener

Es indispensable un sano equilibrio entre necesidades materiales y espirituales, ya que por esencia el ser humano participa en ambos mundos.

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Desde 2008 los coletazos de una crisis económica mundial han puesto en jaque a las principales economías del planeta; al vivir en un mundo regido por una sociedad de consumo resulta indispensable para que el sistema funcione que la gente consuma. El problema es que con la ambición de asegurar el éxito del sistema los gobiernos y empresas han promovido un consumo irreflexivo, abusivo e irracional; durante décadas se nos ha impulsado a consumir todo lo que necesitamos e infinidad de cosas que no necesitamos pero que nos han hecho creer que nos son indispensables, un materialismo desbocado ha promovido el tener en lugar del ser.

La publicidad y la labor efectiva de innumerables mercadólogos nos han llevado a creer que más que comunicarnos con nuestros familiares en realidad lo que deseamos es comunicarnos con ellos a través del teléfono de última generación de la compañía de moda, que más que necesitar ropa nueva lo que en realidad deseamos es vestirnos con las más nuevas tendencias del gurú de la moda en turno, que no importa si nuestra nevera, automóvil o televisor funcionan, lo indispensable es comprar los modelos más recientes exclusivamente porque son más modernos. Se creó el desuso psicológico con el que desechamos algo no porque ya no funcione sino porque hay algo más nuevo.  

Como reacción a esto han cobrado fuerza y protagonismo filosofías, religiones y tendencias que promueven el desprendimiento de lo material como algo necesario para lograr una plena realización del ser humano; ante la promoción irracional del consumo como medio de alcanzar la felicidad, se promueve alcanzarla a través del desprendimiento, la generosidad, la sencillez de vida, la reflexión, el ensanchamiento del espíritu, en general el cultivo de la vida interior. La reacción ante un materialismo exacerbado es en ocasiones la condena de todo lo material como algo ajeno al ser humano.

Lo que frecuentemente parece olvidárseles a unos y otros es que los seres humanos somos materia y espíritu y que en ambos aspectos tenemos necesidades. La realidad de las necesidades materiales del ser humano no debe en forma alguna reducir a la persona a un conjunto de necesidades fisiológicas y sensuales, como tampoco ha de olvidarse que la atención a la vida espiritual y al crecimiento interior no tiene que pasar forzosamente por negar a ultranza las necesidades materiales que los seres humanos tenemos; el sabio refranero mexicano lo sintetiza de forma excelente: “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.

Es indispensable un sano equilibrio entre las necesidades materiales y las espirituales, ya que por esencia el ser humano tiene participación en ambos mundos y si se ha de esperar un desarrollo integral de la persona es necesario atender por igual a sus necesidades tanto las materiales como las espirituales, evitando que la atención de alguna de estas realidades pretenda la desatención de la otra; el ser humano se tiene que aceptar en cuerpo y alma y no pretender negar alguna de estas dos dimensiones.

Tanto en el ser como en el tener los seres humanos podemos adoptar conductas que en nada nos benefician, así es triste ver a quien acumula bienes materiales para sí mismo, para alimentar su placer, su ambición de poder o satisfacer su egoísmo; de la misma forma existen seres humanos que trabajan ansiosamente en acumular mayores saberes para tener ventaja sobre los demás, aguzar la inteligencia para poder manipular, desarrollar una capacidad de análisis sobresaliente para apabullar y humillar, generar una filosofía que busque el control de las masas; en ambos casos nos enfrentamos a una perversión tanto de lo físico como de lo inmaterial.

Entonces ¿para qué ser o para qué tener? No hay que olvidar que la persona lo es en comunidad, el humano se humaniza en cuanto se relaciona, llega a su verdadera esencia en la interacción con el otro, cuando ama, cuando sirve, ya que solamente en la relación de un ser humano con otro llega a su esencia la definición de humanidad. No se puede hablar de humanidad si el término no se refiere a cómo actúan las personas, especialmente entre sí, que esta humanidad sea plena e integral, que lejos de visiones únicamente materialistas o espiritualistas llegue al total entendimiento de que el ser humano para serlo ha de ser considerado tanto materia como espíritu. Seamos y tengamos en sano equilibrio para ser verdadera y plenamente humanos.

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