El que se enoja pierde

Y lanzar un camión de volteo contra las vallas para luego tirar las bombas no es una maniobra ingenua.

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Hubo provocadores y hubo víctimas, sin duda. En San Lázaro y frente a Bellas Artes había bombas molotov, que han mostrado tanto las televisoras como las redes sociales, y había consignas tan claramente establecidas que suenan mucho a falsificaciones. Y lanzar un camión de volteo contra las vallas para luego tirar las bombas no es una maniobra ingenua y menos improvisada.

No murió Carlos Valdivia, como anunciara en la tribuna del Congreso el inefable diputado Ricardo Monreal, tras definir las barbaridades del PRI, partido en el que militó siete intensos años, supongo que sin darse cuenta de nada o antes de alguna milagrosa conversión como la de San Pablo, aunque en su caso en el camino a la gubernatura de Zacatecas. Sin embargo, quedó gravemente herido Juan Francisco Quinquedal y perdió un ojo José Uriel Sandoval Díaz. A la hora de escribir estas notas no sé de más pero puede haberlos.

De una forma totalmente distinta, pero otra víctima resultó Marcelo Ebrard, quien quería despedirse rumbo a la presidencia desde una Alameda impecable y va a irse trinando contra quienes le ensuciaron su Hemiciclo y quién sabe con cuántos detenidos en la cárcel. El ejército queda incólume, aunque Monreal asegurara que Valdivia fue “muerto hace unos minutos con una bala de goma y por gases lacrimógenos”.

Quienes tiraron las balas de goma fueron los de la PFP y ahí sí podría quedar raspado el doctor Mondragón, cuya cabeza ya pidió AMLO. También pidió la renuncia de “el señor Chong”, señalándolo despectivamente por su segundo apellido. Pero, como todo fue hecho tan a las vistas, a Peña Nieto no se le despeinó el copete.

En cambio el movimiento Yo soy 132, así como los chavos demasiado enojados que siguieron a los provocadores y están heridos o detenidos, son víctimas de quienes movieron unos hilos que deberán seguirse para que no queden impunes sus manipuladores.

Y es preciso evitar que haya más victimados. Es preciso recordar que, también en política, el que se enoja pierde.

Una serie de errores, de manipulaciones, de traiciones y de francas estupideces permitió que el PRI volviera al poder. Ahora es preciso convertirse, serenamente, en auténtica oposición.

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