El sentido de la vida

Cuando vivimos con todo el SER: exterior e interiormente, apreciamos lo que sí vale

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¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo? Mateo 16-26 

Nuestras decisiones y acciones necesitan de la inteligencia y de las emociones y sentimientos. “Corazón” y entendimiento son necesarios para vivir conscientemente. Hace daño vivir sólo con la cabeza de un modo predominantemente racional, pues surge  lo que se llama “vacío existencial”, según Víctor Frankl (Logoterapia).

En el ser humano existe un impulso que lo lanza por encima de sí mismo, al encuentro de otro ser. Cuánto  más  salimos  de  nosotros mismos,  para entregarnos a una buena causa, tanto más y mejor nos realizamos como personas. El sentido de vida está en orientarnos hacia la plenitud.

Quienes se aferran obsesivamente a lo inmediato por ejemplo, a  la diversión frenética en la búsqueda ansiosa de placer y de poder, que son formas neuróticas, pierden el sentido trascendente de la existencia.

Se nota en la sexualidad descontrolada que aumenta sin dejar futuro para el amor, con instantes casuales y pasajeros. Mientras más se concentre el ser humano en el placer obsesivo éste más lo deteriora y destruye. La sexualidad humana es más que la genitalidad, es expresión y vehículo de esa relación profunda desde el fondo del alma, el amor, que hace al hombre más  Hombre y a la mujer más Mujer.

Le tenemos “horror” al vacío no tanto físico como psicológico y “compramos”  lo que vende la publicidad enajenante. Al aparecer neurosis existencial, se generan sentimientos de ansiedad, miedo, agresividad, depresión y muerte.

Cuando el hombre trabaja sin medida y su motivación es obtener un envidiable status económico y social que le permita costear una mansión, un coche lujoso, etc., a los hijos se les ve poco pero se les dan  muchos satisfactores económicos, la mujer se convierte en algo decorativo que da un aire de “familia” y si deja de trabajar no sabe qué hacer consigo mismo, se vuelve para sí un verdadero extraño incapaz de reconocer y comunicar sus sentimientos más profundos, se siente sólo y no puede disfrutar de su tiempo libre  si no  es con estímulos exteriores. Vida interior nula. No aprecia las cosas simples de la vida que no se compran.

Cuando vivimos con todo el SER: exterior e interiormente, apreciamos lo que sí vale y la vida se torna interesante y con sentido.

¡Ánimo! Hay que aprender a vivir.

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