Erradiquemos la violencia contra la mujer

Se nos ha hecho costumbre que en vísperas del Día Internacional de la erradicación de la Violencia Contra de la Mujer, sobrevenga una cascada de titulares...

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Se nos ha hecho costumbre que en vísperas del Día Internacional de la erradicación de la Violencia Contra de la Mujer, sobrevenga una cascada de titulares y cubrimientos especiales que congestionan con cifras la violencia de la que son víctimas las mujeres. Una de cada tres mujeres del mundo sufre violencia durante su vida, a menudo a manos de una persona conocida, querida y en la que confía. 

Casi la mitad del total mundial de mujeres víctimas de homicidio en 2015 fueron asesinadas por su compañero sentimental o por algún familiar. La violencia contra las mujeres y las niñas, que constituye una violación grave de los derechos humanos, arruina vidas, causa enfermedades y provoca un dolor y un sufrimiento incalculables. Además, conlleva altos costos económicos. Un estudio reciente calculó que la violencia infligida por un compañero íntimo representa un gasto del 5,2% de la economía mundial. 

Ha llegado el momento de exigir que las víctimas de violencia sexual y física reciban asistencia psicosocial y atención médica integral gratuita donde se conmine a las autoridades judiciales a trabajar en estas causas, en vez de permitir que los expedientes queden paralizados y no hagan más que acumular polvo. Además se tiene que proteger explícitamente a las víctimas frente a la posibilidad de nuevos actos de discriminación en razón de su vida pasada, su comportamiento o su orientación sexual, es decir, abandonar de una vez por todas el argumento de que las mujeres “merecían” lo que les sucedió. Por eso, mientras exista una sola mujer que sufre en silencio a manos de su pareja o ex-pareja, la prioridad de las autoridades involucradas en estos temas ha de ser mejorar la protección y la respuesta que se ofrece a estas personas y a sus familias. 

Basta con regresar a casa al final de la jornada laboral para que aparezcan sin rubor las ofensas verbales de todos los días, los reproches sin sentido y las agresiones físicas por parte de aquellos hombres para quienes el “porque te quiero te pego” es la norma. Para comprender esta situación consideramos necesario entender el problema desde dos dimensiones: una institucional y una cultural. La primera se refiere a las dificultades que como Estado enfrentamos a la hora de atender el fenómeno de violencia intrafamiliar como lo es la falta de capacidad institucional y recursos, personal insuficiente sobre todo en municipios pequeños. Lo segundo tiene que ver con aquellas justificaciones culturales que nos llevan a aceptar como natural que la violencia sea “cosa de hombres”. 

A pesar de las dificultades, vale la pena destacar el esfuerzo que el Estado viene realizando desde hace varios años por contar con herramientas legales y de política pública para la protección de los derechos de las mujeres y la erradicación de la violencia en su contra. La violencia contra las mujeres no sólo conlleva gastos médicos y judiciales directos, sino que también afecta a los presupuestos nacionales y de los hogares por pérdida de ingresos y productividad. La arraigada desigualdad entre mujeres y hombres en cuanto a los roles, los derechos y las oportunidades, junto con las actitudes y las normas sociales que toleran o normalizan esta violencia, han convertido esta situación en un problema constante, aunque evitable. 

Para que el fin de la violencia contra las mujeres y las niñas pueda hacerse realidad se requieren leyes que protejan a las mujeres y castiguen a los perpetradores, servicios que ayuden a reconstruir las vidas de las mujeres y medidas de prevención integral de aplicación temprana. No se deben adjudicar recursos suficientes para prevenir y poner fin a la violencia contra las mujeres únicamente porque constituya una obligación jurídica y un imperativo moral, sino también porque se trata de una inversión sólida. 

Hoy en nuestro país no existen políticas públicas o sociales reales que permitan reducir lo saltos índices de casos de violencia, y si a eso le sumamos los homicidios de mujeres el panorama es bastante gris para este sector.

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