Gastar bien

La receta preferida de los tecnócratas financieros de 'ajustarnos el cinturón' ha demostrado no sólo su ineficacia sino también su inviabilidad.

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Como se aconsejaba, el presidente Peña Nieto  ha decidido modificar la integración de su gabinete; algunos dicen que lo hace, cambios cosméticos, tan sólo para mejorar su imagen; otros, para el arranque hacia la carrera presidencial; muy pocos reconocen que quizá lo haga para enfrentar los retos originados por los cambios en el entorno internacional que, en mi perspectiva, exigen modificaciones importantes en el plan de gobierno y en el ejercicio del presupuesto federal.

Y es que la baja en el precio del petróleo y el deslizamiento de la paridad peso-dólar, por su impacto en las finanzas, hacen obligatorio el rediseño del gasto o, mejor aún, la inversión del gobierno.

Porque, perdida la apuesta que se hizo al principio de cifrar las esperanzas en la inversión privada, nacional y extranjera, para la creación de fuentes de empleo, con la apertura que imprimieron las reformas estructurales y cuyos efectos podrán apreciarse hasta el final de la crisis, dudo que hoy le quede otra alternativa al Estado mexicano que suplir la histórica insuficiencia del capital privado que motivó antes su participación en la esfera productiva.

Ya que la receta preferida de los tecnócratas financieros de “ajustarnos el cinturón” ha demostrado no sólo su ineficacia sino también su inviabilidad; porque buena parte de la población, entre el 30% y el 40%, si no es que la mitad, no puede hacerlo dado su precario nivel de vida, lo que, por otra parte, puede dar al traste con los avances conseguidos para desmantelar al crimen organizado.

No pueden gastar menos los que no gastan nada, pero, además, nunca en la historia económica gastar menos ha contribuido a solucionar las crisis de mercado. Todo lo contrario, se trata de gastar bien, no de gastar menos.

Si bien no podemos regresar a los tiempos en que el Estado era el principal propietario de las empresas productivas, de bienes y servicios, lo cierto es que se requieren tareas de fomento para el autoempleo en el sector social, donde la gente no tiene acceso a la mínima masa crítica de capital, esa que hace la diferencia entre ser marginado y ser productivo. 

Sobre todo en el sector agropecuario, cuyo sistema financiero fue desmantelado en aras de una política “focalizada” de combate a la pobreza, con padrón de pobres y de más pobres, en sus distintas variedades y sutiles categorías.

El presidente Peña Nieto, el Estado mexicano, no puede cejar en el combate a la pobreza por adversas que fueran las circunstancias presupuestales; todo lo contrario, debe aprovechar esta oportunidad para proporcionarle financiamiento blando al sector social para que con su productividad salgamos adelante.

De ahí la enorme responsabilidad de José Calzada Rovirosa, en Agricultura, y José Antonio Meade, en Sedesol, que tiene amplia experiencia en el sistema financiero al figurar, con Fox, como el último titular de Banrural.

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