Gastón

El nombre del personaje al que me refiero hoy en esta colaboración, nada tiene que ver con el ciclón que se ha formado ahora en el Mar Caribe...

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El nombre del personaje al que me refiero hoy en esta colaboración, nada tiene que ver con el ciclón que se ha formado ahora en el Mar Caribe, aunque sí, su impetuosidad en 1999 fue importante para abrir el monte en breña de un cerrado terreno en el que el PRI fue el detentador absoluto durante más de ochenta años en Quintana Roo. 17 años después, la alternancia llegaría, pero el recorrido estuvo plagado de afrentas y sinsabores que no deben olvidarse.

Quintana Roo, lugar de destierro y de olvido fue gobernado siempre por orden y decisión del poder central (o al menos, recientemente, con el consentimiento de la cúpula priísta nacional, como sucedió en las definiciones de Félix González Canto y de Roberto Borge Angulo, en los períodos cuando nuestro país fue gobernado por panistas). Pero, invariablemente, el poder se concentró en un aparato político-administrativo hermético y avasallador contra quien decidiera intentar, al menos, asomarse a su interior con ánimos de desajustarlo.

Gastón Alegre López, abogado y catedrático reconocido, empresario y comunicador, no tuvo miedo en desafiar al sistema. A fines de 1998 su anuncio de presentarse como candidato del Partido de la Revolución Democrática al gobierno del estado de Quintana Roo, tronó como un relámpago en medio de la noche. Eran tiempos de incertidumbre política y de desasosiego. Mario Villanueva gobernaba con mano dura. No permitía que nadie decidiera nada sin su aprobación y en su delirio por conservar el poder, se opuso a la decisión del entonces presidente Zedillo a favor de Addy Joaquín Coldwell como candidata del PRI a la gubernatura del estado. Finalmente Joaquín Hendricks Díaz sería el candidato de “unidad”.

“En este punto, en Quintana Roo se conjugaron todos los vicios y factores que han propiciado la debacle del sistema que nos ha gobernado por más de tres cuartos de siglo; un gobierno corrupto y prepotente como el de Mario Villanueva Madrid, uncido a sofisticadas formas de la delincuencia organizada como las mafias y cárteles del narcotráfico; una población irritada, cansada de los abusos y marginada hasta la indignidad, y una voluntad decidida de cambio. Estos elementos encontraron el catalizador de un liderazgo- inédito hasta entonces en ese, el último territorio convertido en estado de la Federación- en Gastón Alegre López”. (Fernando Meraz, “Tapar el Sol”, Ortum Editores, 1999, comentario en contraportada).

Gastón Alegre recorrió 28 mil kilómetros y recibió cuatro mil 523 peticiones. Durante cuarenta y cinco días de campaña y tuvo contacto con 123 mil personas que participaron en los mítines y reuniones políticas. Se proclamó triunfador de la elección, pero los tribunales electorales fallaron en su contra, a pesar de las múltiples irregularidades y el desaseo observado el 21 de febrero de 1999, día de la jornada comicial. 

No obstante, los ochenta y un mil quinientos setenta y un votos reconocidos a Gastón Alegre, lo alzaron con un triunfo moral indiscutible y esa voluntad ciudadana expresada de manera libre y espontánea en las urnas, revelaban un gran descontento y una ira creciente en contra de un poderoso aparato político-gubernamental que se ostentó por décadas como único y celoso dueño del poder político en Quintana Roo.   

Julián Ricalde 

La semana pasada se publicó en este mismo espacio editorial mi colaboración semanal titulada “No me ayudes, compadre”, en la que el autor realizó una reflexión sobre la derrota que sufrieron siete ex presidentes municipales que decidieron intentar una vez más ocupar el cargo de alcaldes (Filiberto Martínez en Solidaridad: Trinidad García Argüelles en Lázaro Cárdenas; Eliseo Bahena en Felipe Carrillo Puerto; Domingo Flota Castillo en José María Morelos; Alicia Ricalde en Isla Mujeres y Gregorio Sánchez Martínez y Julián Ricalde Magaña en Benito Juárez). Ninguno se alzó con el triunfo, lo que supone un rechazo -en mayor o menor medida- de sus respectivos electores.

En ese mismo artículo se comentó que Julián Ricalde había decidido, contraviniendo la indicación de su dirigente estatal del PRD, Emiliano Ramos, no desistirse del recurso de revisión constitucional enfocado a contravenir el resultado de la elección municipal que le dio el triunfo a Remberto Estrada del Partido Verde Ecologista de México. La línea del PRD llevaba, al parecer, una clara intención de ir tendiendo los puentes del diálogo y la comunicación propositiva del nuevo gobierno estatal que en breve encabezará Carlos Joaquín González con los distintos actores políticos de la entidad.

Julián Ricalde me contactó el día de la publicación, vía mensajes de WhatsApp, para manifestarse en los siguientes términos: “Estimado Juan, te saludo con el respeto de siempre. La impugnación no es para ganar o perder. Es para sentar un precedente. A menos que queramos seguir entregando el estado a los Niños Verdes…No comparto tu columna ni tus acusaciones, sin embargo  respeto tu ejercicio y derecho a escribir; pero es importante que reflexionemos sobre el futuro de Quintana Roo”… En otra parte de los mensajes se definió como perseguido del borgismo y un político con raíces muy profundas en estas tierras. Valga la presente como un derecho a réplica, que sin pedirlo el ex alcalde de Cancún, merece como cualquier otro ciudadano que se exprese inconforme con cualquier punto de vista periodístico.  

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