Ira

Hay que aprender a canalizar el coraje para que no se detenga y se cristalice el momento de la ofensa y continuar reviviéndola en el presente, permaneciendo intoxicados.

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Dejo los agravios y hago lugar en mi vida a las cosas buenas. Soy libre para avanzar en mi vida.- Afirmación Neurolingüística  

Las expresiones de rabia, a través de palabras o de actos, no son la mejor manera de resolver la ira ni lo que la haya provocado, ya que ésta crece en espiral al alimentarla.

Expresar la rabia de manera incontrolada con reclamos y echando culpas, para tranquilizarse, esconde una intención y un efecto perverso. 

Es cierto que sí existe cierto alivio en la tensión interna cuando se da un estallido, pero también da pie al aumento de la ira.

Puede suceder que la otra persona responda también de manera agresiva y, así, el conflicto se mantiene sin resolución, las heridas permanecen abiertas y después de algún tiempo el coraje aparece de nuevo. 

Para recobrar la ecuanimidad, es posible ignorar la necesidad de rumear o darle vueltas a las dificultades, a los pensamientos de venganza, al deseo de desquite y a las palabras ofensivas. La responsabilidad siempre es nuestra al permitir que la ansiedad y los pensamientos negativos invadan nuestra mente. 

Tenemos el derecho de afirmar que estamos lastimados y de sentirlo, puesto que reprimir la ira no es conveniente porque afecta la salud.

Hay que aprender a canalizar el coraje para que no se detenga en el tiempo y se cristalice el momento de la ofensa y así continuar reviviéndola en el presente permaneciendo intoxicados.

Existen maneras efectivas para encontrar de nuevo el equilibrio, con ejercicios para sacar el disgusto sin lastimarse ni lastimar a otros.

Uno muy efectivo es golpear en la intimidad de la recámara con los puños cerrados un cojín o varias almohadas apiladas, verbalizando y/o llorando la rabia que se siente contra el hecho o la persona motivo del disgusto, y ya con calma darle oportunidad al razonamiento para encontrar la manera inteligente y manejar la situación; igualmente, darse cuenta de que no hay nada ni nadie que nos perturbe tanto que nos impida recobrar el equilibrio y el contento de vivir, a menos que uno lo permita. 

A veces todo este proceso para recobrar el equilibrio que trajo el malentendido y/o el conflicto, sólo es posible con el trabajo personal acompañado de un psicoterapeuta.

Hay que buscar ayuda sabiendo que en la terapia hay dolor y que éste es necesario para renacer a la libertad de ser, soltando las cadenas del resentimiento y el rencor.    

¡Ánimo! hay que aprender a vivir a vivir.

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