La desigualdad y los ex gobernadores

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Nuestra historia reciente está aderezada con miles de notas en los medios de comunicación sobre programas y acciones de gobierno, cuyo objetivo es paliar la pobreza.   Nuestro país tiene a más de la mitad de su población en condiciones de pobreza y pobreza extrema.  Las condiciones socioeconómicas de nuestra nación han provocado que millones de mexicanos emigren a los Estados Unidos de Norteamérica con el fin de poder ofrecerle a sus familias mejores condiciones para subsistir.

A los millones de compatriotas que abandonan México, se les deben de sumar los millones de mexicanos que optan por trabajar en la economía informal, los millones de jóvenes que con estudios universitarios o sin ellos, optan por trabajos mal pagados,  sin que cuenten con la seguridad social que en teoría le correspondería al Estado brindar. 

A estas condiciones de pobreza se sumó durante los últimos años una creciente penetración del narcotráfico en las esferas políticas y empresariales, lo que en buena medida aceleró el proceso de descomposición social que tiene consecuencias como los hechos en Ayotzinapa, o quizás un mejor ejemplo sea lo sucedido en el Estado de Michoacán, en donde la penetración del narco en los círculos políticos y empresariales fue casi total. 

Puede ser arriesgado señalar que varios de los problemas sociales que estallaron en los últimos años son producto de la creciente desigualdad de nuestra sociedad, a pesar de ese riesgo es importante considerar que millones de mexicanos no tienen acceso a servicios de seguridad,  salud y educación. Y no es que la totalidad de la población esté esperando que un gobierno asistencialista les permita sobrevivir, más bien el asunto se traduce en que el Estado mexicano no ha sido capaz de reducir los niveles de pobreza. 

Sé que no estoy afirmando nada nuevo, es evidente para todos la pobreza de tantos millones de mexicanos, quizás lo que habría que analizar con mayor detenimiento es cómo se pueden generar mayores condiciones de equidad entre la población, creo que la violencia exacerbada, los actos de terrorismo por parte de los carteles de narcotraficantes es solo una de las aristas del problema. Es hora de enfrentar el origen del problema, ya no sólo las consecuencias. 

Durante varios décadas ha existido un debate intelectual y político sobre los valores de la igualdad y de la libertad, es evidente que los dos son necesarios, pero en una sociedad como la nuestra, con tantas carencias y con diferencias tan marcadas entre quienes sobreviven y la elite económica millonaria, debería de existir una clase media con las condiciones mínimas de estabilidad que les permitan vivir en paz.

Los acuerdos políticos de los tres principales partidos al inicio de este sexenio significaron reformas constitucionales en materias como las relacionadas con la industria energética, competencia económica, y en menor medida reformas al andamiaje institucional del Estado, pero en los últimos meses, después de la muerte de cientos de ciudadanos en Michoacán o Guerrero, queda claro que la prioridad debe ser reducir la desigualdad de nuestra sociedad, tenemos que considerar que durante años preparamos el caldo de cultivo de gobiernos y sociedades indolentes ante la pobreza extrema. 

Ya Fausto Vallejo y Ángel Aguirre son ex gobernadores, la pobreza de millones de mexicanos sigue aquí. Y si no se crean condiciones para reducir la desigualdad abismal de nuestra sociedad, seguramente se repetirán fenómenos como Michoacán y Guerrero.

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