La dulce campaña

Algo curioso ocurre en Quintana Roo con sus campañas políticas.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Algo curioso ocurre en Quintana Roo con sus campañas políticas. Cual si el mundo fuera de color pastel, todos los candidatos están no sólo buscando el voto, también regalando caramelos. 

Dejando de lado las descalificaciones y revelaciones en video que cimbraron el panorama electoral, lo cierto es que los aspirantes están tratando de ser algo que no son, y mucho menos serán después del 5 de junio: ciudadanos comunes, o sea, nosotros. 

Basta dar un vistazo a sus partes de prensa en redes sociales y medios tradicionales: la vena sentimental, el discurso “con el corazón”, las declaraciones de la gente cargadas de mensajes rosas y llenos de dolor y alegría; son la razón de ser de los boletines. Todos quieren dar una imagen de cercanía social y no sólo política como en procesos anteriores, pues si algo ha traído a la escena la masificación de internet, es que “la voz del pueblo” vende, o por lo menos, atrae la atención del público, ya sea para apoyar o mentar progenitoras. 

Esta curiosidad no encierra mayor secreto. Ahora los candidatos –si es que alguna vez lo intentaron-, no desperdician sus caracteres en la prensa explicando sus postulados, sino contándonos su vida, historia, sus penas y logros, en un (esperamos) vano intento por ganarse el corazón de la gente antes que su voto. ¿Razones? A riesgo de conjeturar, aunque a fin de cuentas todo en debatible, creo que hay dos.

De entrada, los aspirantes saben que su imagen pública no convence a nadie. Desde el partido más consolidado al benjamín de la campaña, sus figurines no son tomados en serio cuando sueltan promesas al por mayor, por tanto, ¿para qué explayarse? Tienen esa batalla “perdida”, y por ello prefieren buscar el sentimentalismo como arma política, pues aunque en esencia no lavará sus pecados, sí los matiza al comentar a los cuatro vientos sobre la ancianita que salió a saludarle al verlo pasar por la calle, que por la cara de “what” que pone la gente en los mítines. 

La segunda, más triste y casi real, es que los aspirantes no tienen nada que decir a una sociedad que tampoco tiene la voluntad de opinar, debatir y comparar propuestas. Simple. Mejor soltar un par de caramelos a ver quién los cacha y regala una fotografía bonita para el boletín, que perder su tiempo y recortados recursos financieros en convencer a una sociedad apática y francamente decepcionada con las formas de la democracia representativa. 

Parece estribillo y hasta algo chocante, pero las razones de éste y otros problemas de fondo, caen en la sociedad misma: en quien esto escribe y en quien esto lee, por dejar crecer al monstro de mil cabezas del abstencionismo. ¿Vamos a dejar que nos compren con dulces?

De “ladies” y “gentlemen”

Los memes nos hacen reír mucho más que reflexionar, eso es innegable. Si por un lado nos preocupa la falta de interés de los candidatos a bien emplear las redes sociales, también debemos considerar el uso que nosotros damos a las mismas. 

Olvidémonos del escarnio inherente a un meme. Eso es de cajón y jamás se va a retirar. Lo interesante, si nos ponemos a analizar, es que ya prácticamente todo se ha convertido en un objeto “memesco”, en detrimento de la comprensión general hacia las costumbres de los demás. 

En otras palabras: el meme es el tiro de gracia a la privacidad y a la espontaneidad en internet. Sin más, el común denominador social prefiere burlarse de las curiosidades inherentes al individuo como ser social, que denunciar con hechos las incontables injusticias dentro y fuera del mundo digital. 

A este paso, ¿alguien ya sacó el meme del meme? 

Lo más leído

skeleton





skeleton