Más que mil imágenes

Los esfuerzos mercadotécnicos son inútiles frente a una realidad que agravia día a día.

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En términos generales, la mercadotecnia política norteamericana y sus mal tropicalizadas versiones mexicanas parten en sus concepciones de un reducido número de creencias laxamente fundadas en la realidad social. Entre sus premisas destacan la de considerar a la televisión como medio absolutamente dominante de la comunicación política, independientemente de los contextos concretos en que se realiza y, muy especialmente, la de suponer a los electores como masas racional y existencialmente vacuas; reactivas a los estímulos de la imagen con poca más sofisticación que un hámster. La conclusión operacional es que basta con generar imágenes, crear narraciones y difundirlas hasta la saciedad para que los electores sustituyan sus propias percepciones de la realidad por la que se les inocula reiteradamente. La extensión de esta técnica y su creciente adopción por políticos de todos los signos se expresan de distintas maneras en sus acciones de gobierno.

Supongo que éste es el caso en el reciente madruguete dado por el INEGI a quienes recurren a sus cifras sobre el ingreso personal en México. Sin transición ni prevención a usuarios, expertos e instituciones interesadas, el instituto modificó la manera como este dato se había venido midiendo, logrando con este artificio aparentar un aumento en los ingresos de los mexicanos y sacando, a golpe de pluma, a diez millones de personas de la pobreza. A juzgar por lo que se ve, alguien tuvo la genial idea de ayudar a la maltrecha imagen del Gobierno Federal cambiando la “narración” de la pobreza, generando la idea de que se ha reducido. Se trataría así de enviar un mensaje de prosperidad y optimismo que, puesto en las imágenes y medios adecuados, convencería de esta realidad a los ciudadanos y generaría mayor aprobación al gobierno.

El fracaso de esta operación no se verá sólo en las críticas desde espacios especializados y medios de comunicación, que no se ha hecho esperar, sino sobre todo en su inutilidad para cambiar el malestar social: la insuficiencia de los salarios, la precariedad laboral y la incertidumbre económica general que asuela al grueso de la población seguirán generando inconformidad. Los esfuerzos mercadotécnicos son inútiles frente a una realidad que agravia día a día. Una vivencia dice más que mil imágenes.

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