Mérida, su agua y su futuro

Somos un estado con condiciones únicas en el entorno hidrológico, pero sin una Ley de Aguas que permita conservar este tesoro...

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Mérida siempre ha sido una ciudad atípica en muchos aspectos; por ejemplo, el consumo de agua en todas las unidades demandantes de este servicio, suministro que en el pasado se satisfacía, a nivel doméstico, con dos fuentes de abastecimiento: pozos para suministrar la usada para aseo, limpieza y riego, de los cuales se extraía gracias a las veletas que generaban un paisaje urbano único, y el almacenamiento del agua de lluvia para el consumo humano, la cual era hervida previamente a su uso. Cuando a principios de los años sesenta del siglo pasado se presentaron condiciones de epidemias cíclicas a causa de la contaminación del agua subterránea, fueron los médicos los que solicitaron se trabajara en la solución de este problema.

Sin embargo, en vez de resolverse el problema de contaminación del líquido del subsuelo mediante la mejora del manejo de las aguas residuales en las viviendas, el cual se hacía en equipamientos inadecuados y sin una normativa válida, la decisión fue seguir contaminando y traer el agua desde sitios alejados de la ciudad, lo que trajo consigo la construcción de una planta potabilizadora de gran calidad que se decía era la mejor de México. Recuerdo que a principios de los setentas el representante de la Oficina Sanitaria Panamericana en México cada vez que me veía me decía: “Ya, dile a tus paisanos que le bajen a la calidad del agua potable de Mérida, que otra vez es reconocida de las mejores en América Latina”; de la calidad de hoy mejor ni hablemos.

Este problema de contaminación del gran acuífero peninsular es hoy alarmante por los efectos de las aguas negras provenientes de cientos de miles de descargas, no sólo domésticas, sino porcícolas, industriales, agrícolas, etc., y esta condición me trae otro recuerdo de cuando el director de la EPA, hace ya unos 30 años, me dijo: “Cuiden ese tesoro de agua subterránea, una reserva valiosísima que hace de Yucatán una región única”, reserva que nos hemos encargado de degradar sin cuidado alguno.

Somos un estado con condiciones únicas en el entorno hidrológico, pero sin una Ley de Aguas que permita conservar este tesoro. Impulsemos cambios en usos y costumbres, y dejemos de contaminar nuestro valiosísimo recurso.

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