Pandemia estatal

Comenzando esta semana, las noticias de suicidios no pararon. En unas cuantas horas, tres personas, todas adultas, fueron descubiertas sin vida.

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No es nada nuevo y en esta columna se ha planteado varias veces: el suicidio en Yucatán está más perrón que nunca y no es cuento. Es una realidad cruenta que parece ensañarse con la buena parte de la población del Estado, sobre todo la que tiene mayores carencias económicas y sociales. En otras palabras, los más fregados.

En las páginas de los periódicos “hermanos” Milenio Novedades y De Peso se ha dado cuenta, informativamente hablando, de los tristes acontecimientos sobre las personas que optan por quitarse la vida de una u otra forma, aunque en Yucatán se recurre más al ahorcamiento y muchos menos a otras medidas como el envenenamiento, la cercenada de muñecas o un plomazo en la cabeza. De todas maneras, suicidio es como tal y no por atarse una soga al cuello va a ser menos doloroso, al contrario.

Comenzando esta semana, las noticias de suicidios no pararon. En unas cuantas horas, tres personas, todas adultas, fueron descubiertas sin vida. Las causas por las que decidieron decir adiós a esta vida dura y cruel (y más cuando se es gobernada, a nivel federal, por autoridades ineptas), sólo los ahora occisos sabrán. Pero, lo más seguro, es que se llevaron el secreto a la tumba.

De todas maneras, los números son alarmantes. Podría ya perderse la cuenta pero, entre cifras oficiales y las no autorizadas por funcionarios que suelen pensar que mientras no se divulguen este tipo de muertes el prestigio de Yucatán está a salvo, podemos hablar de casi 200 muertes por mano propia y eso que todavía faltan más de tres meses para que acabe 2016.

La cifra, de entrada, ya podría considerarse un récord para los años recientes pues, cuando mucho, se contabilizaban de 150 a 170 suicidios, al menos con datos oficiales que suelen proporcionar, por lo general a regañadientes, los mismos funcionarios estatales. El argumento es hacer creer que todo está tranquilo. Pero no, nada de eso, la neta es que el suicidio es, desde hace años, un problema muy grave de salud social en Yucatán y pocos se han dado cuenta de ello y otros sólo fingen demencia.

Entonces, ¿cuál es el meollo del asunto? Si bien es cierto que existen agrupaciones civiles que andan en la brega para tratar de prevenir los suicidios, no es menos real que son esfuerzos casi siempre aislados y que requieren de apoyos integrales para que los esfuerzos sean mejor canalizados. Y aquí, por supuesto, tiene que entrar el Gobierno del Estado con un buen lote de dependencias. De entrada, hay que conjuntar voluntades y no esperar que los suicidios sean un legado nada apreciable que deje la actual administración gubernamental.

PRIMERA CAIDA.- En las escuelas son prácticamente nulos los programas anti-suicidios para que los alumnos tomen conciencia de la gravedad del problema.

SEGUNDA CAIDA.- Dejar de pensar que el suicidio es un tema tabú y que mientras menos se sepa es mejor.

TERCERA CAIDA.- Si los políticos no toman en serio este asunto, menos votos tendrán (aunque ya hemos visto que los muertos también votan).

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