Pasarelas

Es probable que en el lapso que falta para seleccionar candidatos haya tiempo para enderezar el camino...

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De que las elecciones de 2018 están a la vuelta de la esquina dan cuenta las disputas, abiertas o soterradas, entre los que aspiran a posicionarse como los favoritos ante la opinión pública y, principalmente, en el interior de su partidos y… “no partidos”, como los independientes, llegando a presentar querellas ante los organismos electorales por actos anticipados de campaña.

El foco principal de atención es la disputa por la grande, pero no carecen de interés las correspondientes a las gubernaturas e incluso las de las principales presidencias municipales. Así a nivel nacional, aun considerando a Morena, cuyo prócer lleva más de 12 años en campaña usando los recovecos legales para no quedar descartado, la pugna más espectacular ha sido la protagonizada en el PAN entre los calderonistas, con Margarita Zavala, contra Ricardo Anaya, con el disminuido Moreno Valle como tercero en discordia, único obligado por el INE a bajar su propaganda.

Con perfil menos mediático, según su tradición cuando ejerce el poder, en el PRI los esfuerzos parecen estar más encaminados a convencer al primer elector sobre su lealtad más que de su idoneidad, donde Ivonne Ortega ha decidido jugar el rol del “caballo negro”. Incluso el “independiente” Castañeda, autor “intelectual” del tragicómico desaguisado diplomático del “comes y te vas”, ha sentido la necesidad de plantarle frente al “Bronco” con un comercial de su libro.

Y como lo que sucede en Roma es tan sólo un reflejo de lo que pasa en el Olimpo, igual en nuestra entidad se han sentido las ansias  por la contienda que viene: mientras el PRD se enfrasca en descalificaciones sobre su inconveniente alianza con el PAN y Morena espera pacientemente las indicaciones superiores, en el PRI y en el PAN los legisladores federales han aprovechado, con mayor o menor eficacia, las licencias de la Ley para protagonizar sendas pasarelas para desfogar sus pretensiones futuristas y apuntarse para la gubernatura del Estado.

Y como en ellas cada uno se esfuerza en mostrar sus fortalezas haciendo hincapié, sea en el músculo, su capacidad de convocatoria, sea en las ideas, la consistencia de sus planteamientos, así como en el apoyo que puedan obtener del centro, según el caso, no cabe duda que ello constituye un ejercicio sano para refrescar y oxigenar la competencia interna.

El único límite, a mi juicio, sería poner en riesgo la unidad partidista, lo que parece mejor comprendido en el PRI que en el PAN, donde han echado mano, para descartar a sus contrincantes, de acusaciones de corrupción, los moches de la marca Anaya, lo que ha sido igualmente replicado por sus contrapartes.

Claro, es probable que en el lapso que falta para seleccionar candidatos haya tiempo para enderezar el camino, tanto como para extraviarlo. No obstante, hay daños que se infligen a la unidad partidista que son muy difíciles de resarcir y que constituyen un desatino, pues si bien ésta no garantiza la victoria, resulta por lo menos indispensable.

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