Por México

Las reformas que el país necesita no pueden salir adelante sin un acuerdo ampliamente mayoritario.

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Fin de semana que requerirá mucha tinta y acción de los actores políticos. A la toma de posesión sigue la toma de posición, pues quedarse sólo en el discurso será, esperemos, quedarse sólo.

Por eso, el acontecimiento más trascendente es el Pacto por México. Su premisa: “Hoy, ninguna fuerza política puede, por sí sola, imponer su propia visión ni un programa único. Las reformas que el país necesita no pueden salir adelante sin un acuerdo ampliamente mayoritario”. Después de negativas y reticencias, se suscribió: “Es un riesgo, pero vale la pena asumirlo”, declaró Jesús Zambrano, líder del PRD, al que hay que reconocer esta valiente decisión. ¿Cuáles riesgos?

Seguramente los de dejar atrás la descalificación y la desconfianza como medios para obtener votos o ventajas, para asumir el acuerdo y la confianza. Gustavo Madero afirmó que los gobiernos del PAN “carecieron de apoyo para sacar las reformas”. ¿Por qué faltó concertación y sentido incluyente, por simple regateo o por desconfianza de que los actos de gobierno abonaran más a sus clientelas? De ahí la insistencia en que los cambios deberán ser sostenibles, logro nada fácil si se considera que la búsqueda de ventajas políticas inmediatas casi siempre termina en llamaradas de petate, dejando igual o peor lo que se quería mejorar.

En la firma estuvieron representados multitud de liderazgos, menos quienes el día anterior desconocieron nuevamente al gobierno y los que le apostaron al zafarrancho, condenado de inmediato por “casi todos”.

Asamblea de notables más notable aún por el reiterado pronunciamiento de Enrique Peña Nieto de que ejercerá una presidencia democrática, que reconoce el mandato plural de las urnas, los modos de la tolerancia y la inclusión y promete superar para siempre viejas prácticas.

El documento es una agenda excepcional con los asuntos cruciales para que México avance, con acciones, fechas y compromisos. ¡Y ya contiene acuerdos! Tanto en lo que se quiere como en lo que no se quiere ni se va a hacer. Tres ejes rectores lo guían: fortalecimiento del estado; democratización de la economía y la política y ampliación y aplicación eficaz de los derechos sociales; y participación de los ciudadanos, como actores, en las políticas públicas. Y cinco grandes acuerdos, con 95 temas a instrumentarse: sociedad de derechos y libertades; crecimiento económico, empleo y competitividad; seguridad y justicia; transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción; y gobernabilidad democrática.

A tomar la palabra, no hagamos como propuso Rana, personaje de la Elección de los alcaldes de Daganzo de Cervantes, de dejar para otro día la decisión que no pudieron tomar por el bulle bulle: Deja a los que gobiernan; que ellos saben lo que han de hacer mejor que nosotros. Si fueren malos, ruega por su enmienda; si buenos, porque Dios no nos los quite.

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