¿Quién negocia con Peña Nieto?

Viendo los contenidos del pacto, uno creería que el descarrilamiento de la firma hubiese venido de varios de los actores públicos.

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Por un momento, el equipo de Enrique Peña Nieto pensó que podría dar un golpe espectacular. Con sigilo habían venido trabajando lo que, de realizarse, sería la hoja de ruta para el gobierno que hoy arranca. La ambición era de tal tamaño, que un primer momento se comparó a los Pactos de la Moncloa. La serie de acuerdos entre las fuerzas políticas españolas firmados en octubre de 1977. De hecho, los borradores que se han filtrado del Pacto por México sugieren una estructura similar al histórico documento español.

Viendo los contenidos del pacto, uno creería que el descarrilamiento de la firma hubiese venido de varios de los actores públicos que podrían ver afectados sus intereses; pero no. Por lo pronto, el mayor obstáculo es la debilidad de los interlocutores del nuevo gobierno.

Aunque formalmente la suspensión del evento en Querétaro, donde se anunciaría el acuerdo, tuvo que ver con el PRD, la verdad es que las cosas no están sencillas en el PAN.

Basta ver las conferencias de prensa en las que el presidente panista, Madero, ha hablado del pacto, a su lado están… los maderistas; no aparece el líder de los senadores blanquiazules, ni algún calderonista. No deja de sorprender que mientras Madero negocia con el PRI y el equipo de Peña decenas de reformas y compromisos de gran calado, y, por lo tanto, no exentas de polémica, el PRI del Senado no logra convencer a los senadores blanquiazules de que le aprueban la reforma de la Ley de Administración Pública.

A partir de hoy, uno de los principales valores del grupo que detenta el poder en Acción Nacional: el anticalderonismo; se esfuma.

Y no me queda claro que vaya a existir el calderonismo sin Calderón.

Ante el debate que viene al interior del PAN a partir de hoy, ¿puede la firma de Madero garantizar el voto unánime de todos sus legisladores para las muchas iniciativas legales que contiene el pacto?

En el PRD la situación es similar. El presidente Zambrano no duda en señalar a la corriente bejaranista como la que ha puesto freno a la negociación. Criticado por Dolores Padierna y otros perredistas, dijo Zambrano: “No voy a ser sujeto de chantajes, ni me voy a prestar a ellos… Estoy porque consolidemos al PRD como un partido de izquierda responsable consigo mismo y con el país. Esta es la izquierda reformadora, la que quiere el desarrollo del país, esta es la izquierda que reconoce la necesidad de que, para poder avanzar de una manera sustantiva en los grandes ejes que están contenidos en la propuesta de acuerdo político, solamente se puede dar sobre la base del concurso de todos. Nuestro deber es por el bien del país, no para atender y quedar atrapados en la lógica de las disputas internas. No desdeño la necesidad del consenso, pero —frente a eso— si hay que escoger, escojo el bienestar del país y la construcción de los grandes acuerdos que México necesita, y por eso estamos hoy aquí, para confirmar y ratificar nuestra decisión de seguir trabajando en un gran acuerdo nacional que beneficie a la nación, y que podamos lograr la mayor unidad posible de todas las fuerzas que estén dispuestas a caminar por este sendero”.

Suena bonito.

Pero lo que interesa para el pacto es si la firma de Zambrano garantiza el voto de los legisladores perredistas. Lo dudo. El grupo parlamentario del PRD está poblado por bejaranistas.

Si la simulación es uno de los males que nos persigue desde hace tiempo, nada sería que mañana, domingo, o la próxima semana se firmara el pacto con bombo y platillo y fiestas, y a la hora de legislar nada sucediera.

Y luego, por supuesto, está lo que los líderes de los partidos han llamado “otras fuerzas políticas” a las que se invitará a sumarse al pacto.

López Obrador y sus seguidores han dicho con claridad que no están dispuestos a sentarse con el gobierno de Peña; dudo que quieran ni siquiera volver a ver el Pacto. Los legisladores afines a Morena —sean perredistas, del PT o de MC— no colaborarán a esas reformas.

Y luego está la señora Elba Esther Gordillo y sus valiosos votos en la Cámara de Diputados y su poder con los maestros. De los contenidos del pacto en relación con la educación y los sindicatos dependerá que el Panal se sume.

Es paradójico que la actual debilidad de los partidos de la oposición por sus divisiones internas —lo que normalmente sería una buena noticia para el partido en el poder—ahora operó en contra de la intención del peñismo de dar un golpe político que, de haber resultado, podría haber cambiado el carácter de este arranque de sexenio.

Twitter: @puigcarlos

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