Reclamaciones del viejo hipocondríaco

Sí viejito –le respondí con el diminutivo que para él era como una patada en los bajos-, estuvimos hablando de ti, pero no sé qué te haya dicho tu xkech.

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Me dijo mi amiga la palanganera (a quien no ve el alcalde, pero sí le cobra el medio metro cuadrado donde se instala a vender huayas en el paradero de combis en la 65) que el otro día tú y el doc estuvieron hablando de mí y de mis depresiones y ya sabes que no me gusta ser exhibido en público porque van a pensar que estoy loco, me reclamó el viejo cascarrabias.

Mira don Custodio –así me llamaba el vejestorio cuando estaba molesto (como decimos aquí, no enojado)-, te voy a pedir un favor: ya sé que a ti y al doc les encanta el chisme y que no ven la ocasión de hablotear de otra persona, sobre todo si está ausente, pero  fíjense dónde lo hacen porque ya ves que aquí en este “pueblo grande” todos nos conocemos y de todo se entera uno.

Seguro que ni sabías que la mestiza de la 65 es mi amiga (hace un tiempo salimos, cuando yo aún trabajaba y ella estaba de mejor ver la invitaba a los bailes en La Pastilla y ahí le entrábamos al baxamis que daba gusto) y enseguida supo que de mí estaban chismorreando. ¡Cuida tu lengua, don Custodio, cuida tu lengua!

Sí viejito –le respondí con el diminutivo que para él era como una patada en los bajos-, estuvimos hablando de ti, pero no sé qué te haya dicho tu xkech (que seguro nunca pasó ni siquiera de prospecto de segundo frente del gruñón y a lo más que llegaron fue al bacaleo). Lo único que dijimos es que seguramente estabas tirado en tu hamaca víctima de tus supuestos achaques (el doc Cerón dice que eres candidato a hipocondríaco).

Lo que sí hicimos fue lamentar la desaparición del café La Balsa que estaba por ese rumbo (65 entre 58 y 60), de su zaguán y de las pinturas que albergó y que fueron encargadas por su propietario, el legendario capitán Leopoldo Castro Gamboa, quien lo adquirió de su fundador don Rudesindo Peniche Pasos, al ilustre vallisoletano don Ramón Mendoza Novelo, según refiere mi amigo y maestro y, él sí, verdadero cronista de Mérida (hay otros chafas), don Roldán Peniche Barrera.

Uts –dijo el anciano que tomaba de los jóvenes las expresiones que le gusataban-, ya empezaste con tus aires de sabelotodo.

Sí –repuse- para que le bajes una rayita a tu molestia y no te creas tan importante. Y del tema de los cafés vamos a seguir hablando, no de ti. Ya tenemos cita en Monchos, que es de los pocos que aún sirven grecas. Si tus achaques te lo permiten, allá nos vemos.

Y lo dejé mirando al cielo y rumiando su consabido: Sic transit gloria mundi….

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