Regina y los vegetarianos

No luchamos durante millones de años para conquistar la cima de la cadena alimenticia y terminar comiendo plantas...

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Llegó la Regina, como cada viernes. Le pregunté su edad. Dice que cerca de los 30… lo que no sé es si por abajo o por arriba. Lo que sí es que por su perfecta figura no pasan ni los años, ni los kilos. Y no es que uno quiera sonar presuntuoso o intente provocar celos en usted que me lee, pero, después de tantos años, admito que aún me queda perfectamente bien el reloj que usaba en la universidad.

“¿Y los niños, Regina?”. “Suspendieron a Jueves un día de la escuela”. “¿Qué hizo?” “Cuando llegó la maestra lo recibió con un: ‘¡Te dije que te pararas último en la fila!’, y Jueves le contestó: ‘Oiga, maestra, pero ya hay un niño en ese lugar’. En clase le preguntó: ‘¿Y tú tarea, Jueves?’ y el cínico contestó: ‘Perdone maestra, pero la perdí hace rato, mientras peleaba con un niño que dijo que usted no era la mejor maestra del mundo’. Y luego, en el examen oral, le preguntó: ‘Jueves, no debería haber pasado ¿en qué tiempo verbal está?’. ‘Pues en preservativo imperfecto, maestra’… y lo corrió”. 

“Lástima porque Jueves es un buen chico, Regina”. “Don, esperar que la vida te trate bien porque eres bueno es como esperar que un toro no te embista porque eres vegetariano”. 

“Cierto, Regina. Yo nunca sería vegetariano”. “¿Por qué no, Don?”. “No luchamos durante millones de años para conquistar la cima de la cadena alimenticia y terminar comiendo plantas”. 

“Es cierto, Don. Dios le hubiera ahorrado la bronca de construir el barcote a Noé si hubiera planeado que fueramos vegetarianos”.

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