Hace poco más de un mes, escribía en este espacio que, frente a las diferentes condiciones en las que habían recibido el gobierno de manos de sus antecesores, tanto Renán Barrera como Rolando Zapata habían usado un mismo criterio: el de tomar las críticas a quienes los precedieron como elemento de contraste a sus inicios.

Hoy, después de haber observado el comportamiento gubernamental en el tiempo que ha corrido (que sigue siendo poco) y lo que se percibe por lo hecho (o más bien por lo no realizado)  más que semejanzas, se percibe una clara diferencia de actuación frente a una circunstancia que les resulta común: la escasez de recursos en las arcas públicas.

Me parece que al respecto no se requiere comprobación de la estrechez de la bolsa pública ya que en todo -o casi todo- acto de gobierno, sea municipal o estatal, se puede constatar  la ausencia o limitación del recurso económico que le da sustento y dimensión a las tareas emprendidas.

El alcalde de Mérida, frente al vacío en que encontró la tesorería, ha hecho pública dicha condición, recurrido a préstamos para financiar tareas cotidianas y señalado con profusión la escasez como justificante para no poder realizar algunas tareas municipales.

La autoridad meridana  ha recurrido a la denuncia ante los medios de comunicación (hasta ahora no hay denuncia judicial) de irregularidades en la administración anterior, como en el asunto de las luminarias.

El gobernador del Estado, ante una necesidad similar de recursos, ha optado por utilizar el espacio mediático para instalar comisiones o grupos de análisis, comunicar criterios a seguir y transmitirnos que -cuando haya dinero- la dinámica de trabajo de su gobierno logrará el desarrollo de Yucatán.