Sinrazón

Todos nos preguntamos qué repercusión podría tener en nuestro país, la decisión de los norteamericanos en el proceso electoral de Estados Unidos.

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Los que observamos el desarrollo atípico del proceso electoral de Estados Unidos nos preguntamos qué repercusión podría tener la decisión de los norteamericanos, en noviembre, sobre las elecciones que se celebrarán 20 meses después en nuestro país. Porque en el plano económico no cabe duda que, a diferencia de lo que sucedería con el triunfo de la señora Hillary Clinton, la posible victoria del republicano Donald Trump pueda asimilarse a las consecuencias  del Brexit sobre el Reino Unido, en cuanto a que ese país verá rápidamente reducidas sus perspectivas de crecimiento, a corto y mediano plazo.

Así que nuestra perspectiva económica parece clara si consideramos la conexión que tenemos con nuestro principal socio comercial, que nos pone en verdaderos aprietos cuando disminuye su actividad productiva, lo que ocurriría en tanto el republicano pudiera comenzar a comprender las leyes del mercado, cuya ignorancia demostró cuando amenazó a la Ford por abrir en nuestro país una fábrica de autos compactos.

Porque desconoce que hay ventajas comparativas que repercuten en menores costos de producción, lo que ocasiona que esa empresa, como muchas otras del ramo automovilístico, incluso de lujo como la Audi, decida establecer aquí sus factorías, de la misma manera que empresarios mexicanos, Slim por ejemplo, invierten en otras ramas en los Estados Unidos.

Proponer, como lo hace, una regresión al sistema de aranceles para compensar la baja productividad interna equivale a impulsar una política económica similar a la que Maduro ha establecido en Venezuela con resultados desastrosos.

Además del daño que ocasionaría para las finanzas públicas del Gobierno Federal, que ya se anticipan en relación con la paridad peso dólar, no sólo perjudicaría a México, también a los consumidores de su país que pagarían más  por el mismo producto, afectando también la viabilidad de sus empresas que disminuirían su competitividad a escala global, ya que las compañías más dinámicas son las dedicadas a la exportación. 

Tan absurda resulta la visión económica del candidato republicano como el resto de su discurso, cuyo hilo conductor es la sinrazón, el desprecio al conocimiento,  que pregona abiertamente, como se vio en el primer debate con su contrincante demócrata Hillary Clinton, a la que le reprochó inopinadamente su vasta preparación y experiencia, aduciendo que no hay por qué prepararse para la tarea de gobierno y que la experiencia es mala, que es mejor improvisar como él lo hace.

Justamente esas son las razones por las que fue contundentemente derrotado en el debate: su falta de conocimiento, carencia de preparación y nula experiencia política, lo que explícitamente reconoció y pretende suplir abrazando el culto a la ignorancia, piedra de toque del antiguo fascismo. No merece ganar.

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