Somos tan parecidos a Trump

A lo mejor lo aborrecemos tanto porque en él se encuentran nuestros propios vicios de los que estamos conscientes...

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La rabia que los mexicanos hemos expresado hacia el candidato a la presidencia estadunidense, Donald Trump, me resulta inhumana, quizás inaceptable. Y es que el sector que sí cuenta con voz en los medios (artistas, deportistas, empresarios, intelectuales...) ha aprovechado para insultar al republicano con una violencia bastante similar, o peor, a la que él utiliza cuando se expresa de otras naciones. 

Este odio compartido incluso es aprovechado por figuras de la política mexicana para darse “baños de pueblo” y utilizar el traje del falso nacionalismo, cuando en muchas ocasiones son ellos quienes tratan con desprecio al país, retribuyendo el voto del ciudadano con robos y corrupción de las maneras más descaradas.

A pesar de esto, recientemente todos los mexicanos hemos llamado “idiota” a Donald Trump en más de una ocasión. ¿Por qué? En el “Laberinto de la soledad”, Octavio Paz intentó pintar textualmente el rostro profundo y real del mexicano. Sin embargo, terminó por describir nuestro insistente uso de las máscaras; es decir, las actitudes que los mexicanos adoptamos principalmente ante el otro o ante aquello que consideramos como lo “extranjero”, y que muchas veces nos hace sentir agredidos: el mexicano “aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación”. 

Si los mexicanos odiamos, criticamos y destrozamos a Trump es porque al final de cuentas nos vemos reflejados en él, aunque sea de manera mínima. 

Donald Trump es racista, clasista, machista (quizás todos los “ista” posibles), ignorante, convenenciero, déspota, corrupto y ambicioso. Piénsenlo. A lo mejor lo aborrecemos tanto porque en él se encuentran nuestros propios vicios de los que estamos conscientes sobre cuánto afectan al país, pero que al final de cuentas no podemos ni queremos cambiar. 

Somos humanos.

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