Son más los buenos

Alguien debía ya dar la cara e imponer la cordura en Cancún.

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Alguien debía ya dar la cara e imponer la cordura en Cancún. Ante la paranoia disparada, provocada por la violencia de grupos antisociales, pero sobre todo por la falsa información y las alertas exageradas, era necesario poner las cosas en su justa dimensión, desechando los rumores, destacando lo positivo y recurriendo a la verdad.

Y se movieron precisamente quienes más han promovido la identidad, el arraigo y la pertenencia, apelando a las artes, la educación cívica, las actividades deportivas o las operaciones turísticas, sin importar las coyunturas, aunque éstas provengan de lo que da miedo o confunde.

Son cronistas, comunicadores, “influenciadores” en redes sociales, políticos, profesionistas, servidores públicos, deportistas, publirrelacionistas, estudiantes y amantes del Cancún pacífico. Son los que han conformado cofradías, organizado congresos, publicado sendas reseñas, encabezado caravanas culturales y difundido lo mejor en beneficio de la ciudad.

Porque en cierto modo era injusta la apreciación del caos generalizado; de que las amenazas podían más que las medidas preventivas, o que la maldad reinaba en un paraíso conocido en el mundo por sus bellezas naturales y la riqueza de su historia milenaria. Ello, no obstante, no ignora ni minimiza los recientes hechos condenables, que deben ser combatidos hasta erradicarlos.

Pero era obligatorio el llamado a mantener calma, a reagruparse, a encontrar cobijo entre quienes buscan el bien y reprochan lo que se hace mal. Por eso surgieron las campañas casi improvisadas, como videoclips, infografías y todo el material que durante el pasado fin de semana inundó las redes.

Lejos de afanes protagónicos, motivos políticos o querer esconder lo evidente, se trata de reconocer dónde estamos, identificar los retos y marcar el rumbo para quienes apenas llegan, son más vulnerables o se suman a estos movimientos. De cierta manera, es un desafío a los que prefieren la dirección opuesta.

Podría ser un punto de inflexión para este municipio en constante transformación, con un crecimiento poblacional aún acelerado, “mutilado” de territorios, con flagelos urbanísticos y con una condición cosmopolita tan diversa como sorprendente. Podría ser ese parteaguas siempre registrado –en todo lugar– cuando ocurren desgracias de distinta naturaleza.

Podría ser, incluso, la oportunidad para lograr la unidad de todos los sectores y la reconciliación de los que están distantes por intereses o rencores. Si es la ocasión, se necesitará no sólo de políticos, empresarios o académicos, sino de trabajadores, de los que habitan colonias, de indígenas, foráneos y extranjeros.

Todos ellos deberían fomentar el rescate de espacios públicos, las expresiones multiculturales, el cuidado de la naturaleza, la seguridad, así como la participación con denuncia. En síntesis, reconstruir el tejido social al fortalecer los vínculos y asumir las obligaciones, no sólo los derechos.

Si deciden que no es la oportunidad, estos acontecimientos serán recordados como un “día negro más”, y visto por muchos como el día que se pudo y no se quiso. Nunca será tarde para intentarlo.

Desorbitado

Hay quienes optan por replicar contenidos apócrifos en redes sociales, multiplicando las sensaciones negativas. Mucho del pesimismo está en la percepción de la aparente inseguridad, aun cuando los índices vayan a la baja. No se vale exaltarla con actos irresponsables. Basta con los bromistas insensatos.

Lo ideal es revisar las fuentes y, aun así, comprobar la veracidad. Abonar al caos es una aberración.

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