La tiranía de la imagen

Lo que seguramente Alexa Moreno no esperaba era la insana, inmoral y feroz campaña desatada en su contra a través de las redes sociales

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Alexa Moreno es mexicana, tiene 22 años y acaba de concluir su participación en la gimnasia en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, compitió en el all around,  consistente en cuatro distintos tipos de ejercicios; su mejor resultado fue la posición número 12 y terminó en general en el lugar 31, en un deporte en el que nuestro país nunca ha destacado y en el cual apenas hemos tenido tres o cuatro representantes a través de la historia. Sus resultados fueron encomiables para una disciplina tan alejada del grueso de los habitantes de nuestra nación y que cuenta con un respaldo tan exiguo que raya en lo inexistente, resultados que obtuvo con enorme trabajo y entrega a través de los años.

Practicante de gimnasia desde los tres años, tuvo que esperar 19 más de intenso trabajo, sacrificio y preparación para llegar a unas olimpiadas; hora tras hora, año tras año de entrenamiento, lesiones, competencias y una exigente disciplina para llegar a materializar el anhelo de participar en una justa olímpica. Finalmente este año lo ha logrado y además con resultados excelentes tomando en cuenta el tan escaso desarrollo de la gimnasia en nuestro país.

Lo que seguramente Alexa no esperaba era la insana, inmoral y feroz campaña desatada en su contra a través de las redes sociales, en donde lo menos que le han dicho es “gordita”, ya que su complexión no es la de la espigada imagen que la mayoría del público idealiza en una practicante de gimnasia. Con saña e inusitada crueldad, buen número de sus compatriotas han hecho mofa de ella; insultos de todo tipo, burlas a su imagen, alusiones descaradamente agresivas acerca de su peso y silueta, comparaciones inhumanas, degradantes y altamente ofensivas ha recibido por miles y miles, precisamente en el día que celebraba su cumpleaños.

Seguramente Alexa no esperaba ese tipo de “regalos” en ese día; tan lastimoso y humillante ha sido el ataque que incluso medios internacionales ingleses y rusos han dado cuenta de él, destacando con extrañeza la brutalidad y la descarnada crueldad con la que muchos mexicanos se dirigen hacia quien con orgullo, pasión y entrega se ha esforzado por representarlos.

En general es una vergüenza para la humanidad y para este tipo de mexicanos en particular el privilegiar la apariencia sobre la realidad, el endiosar la imagen y desmerecer la esencia, construir un altar a los resultados y burlarse de la entrega y el esfuerzo, convertir al mundo en un castillo de figuras idealizadas y decorativas, en vez de agradecer y vibrar apasionadamente por lo único e irrepetible que cada uno de nosotros es, valorando la maravilla de la riqueza que esa diversidad aporta a la grandiosidad del género humano.

Porque jamás deberían anteponerse nuestros kilos, la forma de nuestro cuerpo, estatura o el color de nuestra piel al verdadero sentido de lo humano como lo es un ideal, la valentía, el coraje, el amor, la bondad y muchas otras cosas más que hacen al ser humano verdaderamente humano; hacer reinar entre nosotros la tiranía de la imagen es tan absurdo como el preferir la envoltura al verdadero obsequio, es admirar el papel brillante, el lazo refulgente, preferir la escarcha, los brillos o el color y olvidar la calidez del corazón, los sentimientos, pensamientos, acciones y hechos que son el verdadero regalo de ser humano.

Vacía han de tener el alma, enfermo de superficialidad el corazón, quienes, prefiriendo la tiranía de la apariencia, desechan la riqueza de un corazón auténtico, poblado de esperanzas, anhelos, bondad, amor y solidaridad; tristes remedos de hombres y mujeres aquellos que confundiendo la noción de lo auténticamente humano lo reducen todo al número de centímetros en la cintura o la estatura, como si esto fuera lo único que diera sentido a la existencia del hombre.

Ninguno de nosotros es totalmente inmune a este veneno, debemos estar siempre alertas para no dejarnos seducir por el oropel y la fantasía, evitar que los brillos nos enceguezcan, porque en cualquier instante de nuestra vida podemos también nosotros vernos seducidos por la forma, la imagen o apariencia y olvidar que, si nosotros somos mucho más que nuestra apariencia, también lo son cada uno de los que nos rodean.

Una disculpa Alexa por lo bajo que algunos de nosotros hemos caído, y un reconocimiento a lo magníficas y esplendorosas que pueden ser la mujeres mexicanas en lo particular cuando, como otras miles, echan el corazón por delante en todo lo que hacen.

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