Un camino nuevo

Sólo en el instante presente tenemos la oportunidad de hacer el bien.

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La vida humana se encuentra marcada por períodos de tiempo que todos identificamos, desde la niñez a la ancianidad nuestra vida discurre por distintas etapas, todos somos muy conscientes de ello, tal vez en demasía, porque acabamos completamente convencidos de que hemos de atravesar por cada una de estas épocas; las vivencias escolares, la vida laboral, incluso el matrimonio, parecieran caminos predeterminados por los que todos hemos de transitar. 

Convencidos de que la vida es así, nos vamos deslizando de un tiempo a otro con la convicción de saber cuál es el siguiente paso en nuestra existencia.

Cada noche al dormir cerramos los ojos sin poder tener la seguridad de que los abriremos de nuevo; la mañana nos despierta y nos acerca a la única posesión que en verdad tenemos: el hoy, el día por el que transcurren nuestras horas y nuestra vida, porque, aunque nos creamos poseedores del tiempo de nuestra vida, la verdad es que el pasado nos ha arrancado las horas y sólo nos ha dejado los recuerdos, mientras el futuro es el espejismo constante de un hogar lejano cuya puerta nunca alcanzaremos a abrir.

La realidad es que todos los días iniciamos un camino nuevo, uno marcado por las horas del día que vivimos y que además nunca sabremos si vamos a concluir o no. Porque en alguna ocasión al despertar estaremos dando inicio al último día de nuestra existencia, es en estas horas, en este día en los que hay que centrar la acción, la esperanza y vivir; nuestro único camino es el hoy, todos los días al abrir los ojos iniciamos un nuevo andar y es en este derrotero en el que aprovechamos las oportunidades o las desperdiciamos; es el tiempo en el que vivimos o simplemente nos conformamos con existir, porque las oportunidades que se van no regresarán jamás.

A través de las horas de hoy tenemos la oportunidad real de vivir, de amar y ser amados; sólo en el instante presente tenemos la oportunidad de hacer el bien; un instante fugaz es el que separa la caricia en la mejilla de tu hijo de la oportunidad perdida de externar cariño, porque si en la mañana no lo abrazaste probablemente lo puedas hacer por la tarde, pero éste será otro momento; la oportunidad perdida no regresará nunca, podrás aprovechar otros instantes pero el que dejaste pasar habrá muerto sin haber podido producir un instante de amor.

Así vamos los seres humanos por nuestra existencia aprovechando los instantes para vivir o tal vez dejando pasar las oportunidades de tener una vida realmente plena; es en el nuevo camino que se abre a diario ante nosotros donde existe la oportunidad de acompañar al hermano enfermo y entregar consuelo y compañía a través del tesoro de nuestras horas y el abrazo cálido de nuestra presencia.

En esa tarde dedicada a los ancianos padres, cada instante será la oportunidad aprovechada de responder con amor al amor recibido en la infancia, el momento certero de sonreír, acompañar y bordar instantes de convivencia que si bien se volverán recuerdos habrán engendrado alegría y satisfacción tanto en ellos como en nosotros; porque mágicamente al dar recibiremos, al entregar nos será entregado y al abrazar seremos abrazados, porque dar también es recibir y no hay manera más segura de recibir que entregar  en plenitud todo lo que somos y poseemos.

Todos los días iniciamos un nuevo camino en el matrimonio, cuando estamos dispuestos a aprovechar nuestras 24 horas en brindarnos compañía, ser el uno la fortaleza del otro; cuando ante cada instante de incertidumbre o dolor hay un corazón valiente y generoso dispuesto a acompañarnos las tardes tomados de la mano; dedicar tiempo a escuchar la voz del otro, esforzarnos en limar nuestros mutuos defectos y contribuir a que el otro sea más pleno, humano y realizado.

En la intimidad de la familia se aprovecha el camino del nuevo día en el generoso brindarse de los padres para con los hijos, en las pláticas alegres o consoladoras entre hermanos, en la construcción de instantes de intimidad que nos fortalecen ante los desafíos del futuro, segundos, minutos y horas bien aprovechadas en la ternura de los hijos hacia los padres, caminos nuevos construidos en la convivencia recíproca y el amor de familia. Un camino nuevo se abre ante nosotros cada día, en nuestras manos está la posibilidad de hacer fructificar nuestras horas o dejar perderse en el tiempo la oportunidad del amor; muchas personas quisieran un día más esta oportunidad.

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