La semana pasada tuve la oportunidad de estar en un par de eventos en la Ciudad de México que sin duda alguna me hicieron reflexionar acerca del tema en el que trabajo, el mundo en el que vivo y las oportunidades que presenta el futuro.

Trataré de ser breve y conciso: hoy, el mundo se está moviendo hacia la generación de emprendimientos sociales o emprendimientos de impacto, que nos permitan atacar y resolver, de forma innovadora, los principales problemas del mundo: hambre, pobreza, educación, sustentabilidad…

Históricamente, estos problemas los hemos intentado resolver de diversas maneras: desde el gobierno, a través de distintas instituciones nacionales, desde las organizaciones de la sociedad civil de base local, con fondos nacionales o internacionales, desde la empresa a través de sus fundaciones, entre otros. Y que creen, los problemas siguen existiendo y, en algunos casos, se han agravado. Con esto no quiero decir que los esfuerzos e iniciativas de esos actores no valgan la pena, para nada, pero se necesita un nuevo enfoque para acelerar la resolución de estos problemas.

En materia de turismo sustentable pasa un tema muy curioso: he participado en infinidad de grupos de trabajo de estudio y de análisis del turismo en la academia; he compartido en muchos foros reflexiones sobre el tema con empresarios y funcionarios; he liderado proyectos de organizaciones de la sociedad civil relacionados con minimizar los impactos ambientales y maximizar los impactos sociales del turismo, he colaborado con grupos intersectoriales e interinstitucionales en turismo sustentable y he dado muchas clases a jóvenes de distintas universidades. Y es interesante que en las mesas de trabajo de análisis y resolución de los problemas no estamos todos sentados, en especial los últimos.

Yo estoy seguro (y lo he comprobado) que hay una cantidad importante de personas y emprendedores con ideas innovadoras, disruptivas, que podrían resolver muchos de los problemas ambientales y sociales del turismo, vincularse con instituciones, incidir en política pública y aplicarla, y por supuesto, generar negocio.

¿Cuál es la diferencia con lo que hacemos hoy? Bueno, principalmente, que hemos tratado de resolver los problemas desde la inyección de fondos para contenerlos, y no en generar iniciativas para resolverlos. Hemos regulado fuerte el tema de residuos, en lugar de generar empresas que reciclen o que generen insumos que desde su producción sean más limpios; hemos generado sistemas de ahorro de energía, en lugar de producir energía a través de fuentes más limpias; hemos dotado a las comunidades vulnerables de despensas o de infraestructura turística en lugar de enseñarlos a hacer negocio y mejorar sus condiciones de vida; hemos donado lo que nos “sobra” a las comunidades locales en lugar de invertir en iniciativas de impacto.

¿Qué requerimos para cambiar el paradigma? Generar un ecosistema emprendedor, que puede definirse como una red de escuelas, centros de investigación, gobiernos nacionales y locales, organizaciones de la sociedad civil, incubadoras y aceleradoras de negocio, financiadores y sector privado y emprendedores, que tienen un objetivo común: generar empresas que, de forma innovadora, resuelvan los problemas locales.

La diferencia con la forma en cómo hacemos hoy las cosas: un emprendedor pondrá más interés en la resolución de estos problemas, porque en su solución lleva el negocio; si mezclamos este precepto con el gran trabajo que ya hacen las organizaciones no gubernamentales en Quintana Roo, el gobierno actual apuesta al tema, el sector privado a través de las cámaras diagnostica sus problemas y necesidades, y la academia genera investigación aplicada en este tema, creo que podríamos avanzar a pasos agigantados en temas de sustentabilidad.

Es la tendencia, es donde se está generando la inversión hoy, y es una nueva forma de resolver problemas complejos.