Un sainete digno de "Borat"

La polémica sobre el monumento a un sujeto por demás extraño en Paseo de la Reforma contiene las claves de un suculento sainete

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La polémica sobre el monumento a un sujeto por demás extraño en Paseo de la Reforma contiene las claves de un suculento sainete: “Pieza dramática jocosa en un acto, de carácter popular, que se representaba como intermedio de una función o al final; obra teatral frecuentemente cómica, aunque puede tener carácter serio, de ambiente y personajes populares, en uno o más actos, que se representa como función independiente; bocadito delicado y gustoso al paladar” o (en Argentina, Cuba y Uruguay) “situación o acontecimiento grotesco o ridículo y a veces tragicómico”.

Se llamó Heydar Aliyev, “un gran político y estadista”, según su placa, de Azerbaiyán (en el Cáucaso, la región entre los mares Caspio y Negro que divide Asia de Europa), país algo más grande que Jalisco y de casi 10 millones de habitantes.

Inaugurado en agosto por Marcelo Ebrard, el monumento llamó la atención del urbanista pionero de la protesta, Adrián Lajous, quien dijo a la BBC que en un obituario del NYT de diciembre de 2003, aprendió que Aliyev fue, en realidad, un “antiguo general de la policía secreta rusa que por 30 años gobernó Azerbaiyán con puño de hierro (…) como su líder comunista (y) Presidente. Su mandato autoritario se caracterizó por patrones contradictorios: mientras que sin duda trajo alguna medida de estabilidad a Azerbaiyán, la vida política continuó siendo turbulenta, con frecuentes rumores de intentos de golpe y asesinato” en su contra, así como “frecuentes quejas de sus oponentes acerca de malas prácticas electorales, abusos contras los derechos humanos y una prensa amordazada” y “un extravagante culto a la personalidad…”.

El remoto ser honrado en el DF era, pues, como cualquiera de los malandrines cuyos nombres llevan colonias, parques y avenidas en México.

Una Comisión de Análisis ad hoc resolvió proponer que el Parque de la Amistad México-Azerbaiyán conserve su nombre pero que, “atendiendo las expresiones mayoritarias de la ciudadanía, vecinos y opinión pública, se proceda al retiro del conjunto escultórico de Heydar Aliyev…”.

Lo incómodo del caso es que Azerbaiyán, gobernado por un hijo del déspota, no sólo financió la estatua sino la amigable remodelación de la Plaza Tlaxcoaque (en el centro de la capital).

Otro ingrediente de la farsa es el desgreñe que desde 1905 se traen el terruño del finado Aliyev con la limítrofe Armenia (poco más grande que Nayarit y casi 3.5 millones de habitantes), en que la batalla más reciente ocurrió en… ¡el Festival de la Canción de Eurovisión! en 2006 (al armenio se le presentó como nacido en una región formalmente azerbaiyana pero “independiente” de facto).

Una leyenda en Tlaxcoaque adereza el entremés: alude al “genocidio de Jodyali” a manos de Armenia pero que los detractores de Aliyev sugieren se atempere con el término “masacre”.

Obligados por los repentinos y ofendidos caucasólogos defeños, Ebrard y el embajador azerbaiyano tratan de hallarle cuadratura al círculo.

Guión perfecto, en suma, para el periodista “de Kazajistán” que interpreta Sacha Baron Cohen como el pedestre Borat.

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