Vamos a bailar “La bala”

Como se nos ha permitido saber, las balas tienen vida propia, voluntad, aspiraciones y un destino, para los legos, fundamentalmente incierto. Son tales las dimensiones de la ambición de las balas, que pueden romper todos los protocolos del sentido común, los estándares de los emporios del entretenimiento, pero, ante todo, de la investigación forense y la ciencia, que pueden agarrar por su cuenta las parrandas.

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Como se nos ha permitido saber, las balas tienen vida propia, voluntad, aspiraciones y un destino, para los legos, fundamentalmente incierto. Son tales las dimensiones de la ambición de las balas, que pueden romper todos los protocolos del sentido común, los estándares de los emporios del entretenimiento, pero, ante todo, de la investigación forense y la ciencia, que pueden agarrar por su cuenta las parrandas.

Si los muertos pueden erguirse cual narcozombies, y las camionetas blindadas con placas diplomáticas yanquis son susceptibles de ser plomeadas por federales, una bala puede superar el sueño más pacheco de la ciencia ficción.

Y no obstante las inconsistencias, que parecen sacadas de un capítulo de La rosa de Guadalupe, las explicaciones oficiales (que la bala siguió una trayectoria tan errática y vagabunda como la del cuerpo inerme de

El Lazca en su graciosa huída) sobre la tragedia de Cinépolis suenan más lógicas que esa otra historia insólita de asesinos seriales.

Pero esto no nos tranquiliza, pues ahora el problema consiste en que hay balas cayendo, en espera de una próxima víctima fortuita. Todo producto de la insondable costumbre de los mexicanos de mostrar su júbilo disparando al aire. Alguien tiene que explicarle a los compatriotas que a pesar de la naturaleza folclórica y surrealista del país, se pueden romper prácticamente todas las leyes impunemente, menos las de la gravedad.

Si plomeas hacia el cielo, lo más seguro –además de que el proletariado termine en una lógica de tienda de raya con la reforma laboral– es que esos proyectiles desciendan y le peguen a algo o a alguien.

Y si a eso le agregas que los cines están hechos con materiales que, sin duda, fueron aprobados por los cerditos que gustaban de que el Lobo feroz se las derrumbara a soplidos, pues los malos augurios imperan. Y los techos deben tener imán para las municiones, pues ahí se encontraron más balas que exigencias de la ONU para que el IFE no destruyera las boletas electorales del 2006. Pobres consejeros, ya hasta habían sacado el arpa.

Como sea, no hay que olvidar la lentísima intervención de la autoridades defeñas que parecen querer evocar el espíritu del New’s Divine. No solo por su capacidad de reacción con cámara phantom, sino por la cruzada que impusieron en Iztapalapa en pos del arma canalla y la demostración de una urgencia despistolizadora de último minuto.

Vamos a bailar “La bala”. Hagan una rueda. 

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