¿Vamos a Progreso?

No falta quienes dicen que los progreseños “odian” a los meridanos y/o demás habitantes de Yucatán que osan pisar el suelo vacacional añorado.

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Pues sí, en efecto, las vacaciones llegaron ya para miles de chavitos que abandonaron las aulas de clase y, de paso, les tocó a los padres de familia encargarse de ellos. Como dirían popularmente: “Hay que ocuparse de los mounstritos”.

Y lo más lógico que sucede en Yucatán, para todas las clases sociales existentes o, al menos, evidentes, es acudir a vacacionar al puerto. ¿El más cercano?: Progreso. Sin duda ninguna (como decía el gran Edson Arantes Do Nacimento, mundialmente conocido como Pelé, quien, a sus 76 años de edad, ya estrenó cuarta o quinta esposa; todavía sigue metiendo goles).

Y después del breviario cultural-viagral sobre el morenazo de Brasil, regresamos con los yucas que salen de vacaciones y optan por dirigirse a Progreso para asolearse, beber unas “chelitas” y remojar las nachas (por no decir, hacer sus necesidades fisiológicas) en las aguas porteñas.

Claro está que otro tanto, ya hartos de Progreso, se da su vuelta por algunas comisarías de ese municipio, o por Telchac Puerto y los que tienen un poco más de plata, pues se largan a Celestún, San Felipe, Río Lagartos y, chance, hasta El Cuyo. El chiste es no sofocarse con los miles de visitantes que irrumpen en Progresito.

Y no falta quienes dicen que los progreseños “odian” a los meridanos y/o demás habitantes de Yucatán que osan pisar el suelo vacacional añorado que sólo está a 36 kilómetros, casi en línea recta, desde la capital yucateca.

Allá está el “meollo” del asunto. ¿Odio? No, nada más lejano a esa palabra o a dicho sentimiento. Quizá molestia. Tal vez sea lo más apropiado, pero de que la hay, la hay. Sin duda ninguna.

Entonces, ¿qué hacer? Pues ni modo. Los vacacionistas arrollan sus colitas, agarran sus carros, motos o los democráticos camiones y parten rumbo a Progreso. Y así van desfilando miles y miles de naves, y miles y miles de personas, “extranjeras”, si así quiere considerárseles, que llegan a invadir la fabulosa tierra vacacional, como si fueran a Dubai, ya no digamos Cancún o Acapulco porque ambos sitios está cabrestos para ir. “Cosas sencillas” de crímenes, narcotráfico y hasta de bloqueos carreteros por parte de los “flojesores” de la CNTE o cualquier organización mafiosa que se autonombra “progresista”.

Entonces, ni modo. Progreso es el centro de atención nuevamente. Los porteños se quejan amargamente de que los visitantes les arrebatan su tradicional y pasmosa tranquilidad, se molestan porque, entre otras cosas, el agua y la energía eléctrica empiezan a fallar en las casas de los nativos. Sí, puede ser, pero si los “turistas” no llegan, pues los pobladores y sus prestadores de servicios no reciben algo de lanita. O sea, por unas semanas, los progreseños, pensando alegremente, viven de las “remesas” meridanas.

PRIMERA CAIDA.- Los servicios fallan en Progreso. Claro. Sus autoridades municipales no hacen nada por resolver la situación.

SEGUNDA CAIDA.- ¿Los turistas se tienen la culpa?

TERCERA CAIDA.- Empate para ambos bandos.

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