Venía el huracán

Quienes vienen de fuera del Estado se encontraban más espantados que nada, hablando a los yucatecos de nacimiento en busca de ayuda para saber qué hacer.

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Venía el huracán y mientras llegaba la gente 'paniqueaba'. Algunos exageraban sobre las noticias que en los medios escuchaban, otros se aventaban positivamente con la frase: 'No va a llegar', la cual contraía una enérgica desidia frente a las compras de pánico, mientras otros abarrotaban supermercados.

Quienes vienen de fuera del Estado se encontraban más espantados que nada, hablando a los yucatecos de nacimiento en busca de ayuda para saber qué hacer, como si las noticias de Protección Civil y Conagua, así como las estrategias ya bien planeadas por antiguas experiencias, no fuesen suficientes; incluso me tocó ver que contraten a 'trabajadores yucatecos' para cubrir los ventanales de sus distinguidos hogares.

Pero ¡vaya!, venía Earl y mientras los de un sector se quejaban de la calamidad de estar sin luz, del calor que se avecinaba, de tener que secar los charcos y tapar las goteras, los de por allá, los vulnerables, evitaban pensar, ya que el temor del recuerdo de que su casa volara, su ganado se perdiera y sus pocos bienes desaparecieran, como ya sucedió alguna vez hace ciertos años, regresó.

Pero por suerte el huracán no llegó, la naturaleza decidió cambiar de rumbo nuevamente, pero la alarma se activó y, amigo lector, nos recordó a todos que la temporada de ciclones apenas se inicia y  no estamos exentos de temer nuevamente al desastre; ahora es el momento  de  prevenir y  solidarizarnos con  la magia de la unidad e información y, sobre todo, estar pendientes de aquellos que pueden tener aún más razones para atemorizarse.

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