Agua entre los dedos

Es indispensable encontrar nuevas formas, nuevos lenguajes y nuevas redes de comunicación porque las que conocemos ya han dado todo de sí, y la pérdida cada vez mayor de públicos o de lectores resulta desoladora.

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Excepto los que se transmitieron simultáneamente, he visto todos los juegos del Mundial. Me he emocionado como cualquier aficionado y me he indignado como algunos. Leo sobre cuanto ocurre y me fascinan los artículos de Juan Villoro. Todo esto nada tiene de particular excepto por el hecho de que no me gusta el futbol tanto como me obligan a clavarme en él grandes eventos como el Mundial.

El tenis puede provocarme taquicardia y afectarme el humor de slam a slam. Incluso las Olimpiadas me iluminan mucho más que el futbol. Es más, el deporte de balonazos y patadas tiene en mi memoria reflejos dolorosos y estoy seguro de que hay bastantes rayones en mi subconsciente que le debo. 

¿Qué ocurre, pues? ¿Por qué me vuelvo fanático de temporada y consumo, con auténtico apetito, el menú mundialista íntegro, solo en mi casa o acompañado en algún café? ¿Por qué pontifico como todo villamelón que se respete si tengo tan poca idea?  

Pues simplemente gracias a la correcta conjunción de palabras como publicidad, promoción o marketing, así como a la perfecta sinfonía de los muchísimos millones que nos pone el Mundial en las narices con grandeza de aires wagnerianos. 

Lo mío es el teatro y a éste le han quitado hasta las fanfarrias, ¡qué esperanzas de contar con sinfonías! Aquellos tiempos en que el César Augusto y su amigo Cayo Cilnio Mecenas no sólo gozaban el arte sino que entendían la importancia de promover a Virgilio y Horacio han terminado porque en aquellos tiempos Virgilio y Horacio eran más importantes que hoy el Piojo Herrera, y el César podía repetir estrofas de la Eneida con la misma seguridad con que hoy el presidente puede repetir “¡No fue penal!”. 

¿Cómo recuperar ese maridaje entre arte y sociedad que terminó en divorcio con la modernidad? No tengo respuestas aunque sé que brillantes profesionales de la promoción andan buscándolas. Uno de los hechos más importantes para el arte en los últimos tiempos es que se hayan creado inclusive carreras universitarias para el promotor de la cultura.

Es indispensable encontrar nuevas formas, nuevos lenguajes y nuevas redes de comunicación porque las que conocemos ya han dado todo de sí, y la pérdida cada vez mayor de públicos o de lectores resulta desoladora. 

Pero en realidad lo que me movió a escribir estas notas fue un poco de nostalgia por tiempos que no viví mientras veo cómo el valor del arte se escapa cada vez más como agua entre los dedos y los huérfanos del Mundial no saben qué van a hacer de aquí a cuatro años, porque no se puede jugar con los libros a las patadas.

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