'Nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede'

XXI Domingo del Tiempo Ordinario. Josue 24, 1-2. 15-17.18; Sal. 33; Ef 5, 21-32; Jn 6, 55. 60-69; “Elegir a Cristo, para vivir la libertad en el amor”

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La Eucaristía sigue siendo “piedra de toque” para la fe. Ante ella se definen los campos de creyentes. (obrerofiel.com)
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MÉRIDA, Yuc.-  Mensaje de Mons. Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, Arzobispo Emérito de Yucatán, en el que aborda el tema de la renuncia a los Dioses falsos y la aceptación consciente, libre y voluntaria por parte de las personas acerca de Dios.

I.-Introducción

Si todo el misterio de Jesucristo, que es el Emmanuel (Dios con nosotros) está verificado como un dramático signo de contradicción (Lc 2,34) tampoco se puede dejar de lado este reto cuando nos aproximamos a la Eucaristía; sacramento de la presencia personal de Cristo entre las personas, “fuente y culmen” de su perennidad salvífica en el tiempo y el espacio a lo largo de los siglos a través de su Iglesia. (SC. 10; LG. 11; P.O.6). 

II.- La libertad humana delante de la Alianza (Josué)

La Alianza salvífica, desde su institucionalización histórica en los días de Moisés, fue de iniciativa divina acontecimiento debido a la misericordia redentora del Señor.

Pero a este designio de amor de salvar a su pueblo, debe corresponder una libre y responsable decisión de ellos, como comunidad de creyentes en camino a la tierra prometida.

Acto de amor, iniciativa de Dios que pide la aceptación consciente, libre y voluntaria por parte de las personas.

Josué, sucesor de Moisés y heredero de su rectoría profética sobre los israelitas (Eccl. 46, 1) hubo de subrayar esta responsabilidad inalienable de todo el pueblo de Dios.

En Siquem los convoca como asamblea para exigirles una profesión integral de fe y una renuncia consciente a los falsos dioses (Jos 24.1) Ahí se había realizado la vocación de Abraham (Gn 12,7) que provenía de una familia idólatra y  para convertirlo en “padre de los creyentes” fieles a Yahvé.

Renuncia a los dioses falsos, y a la idolatría pagana que los israelitas arrastraban desde Egipto, y el peligro de los cultos idolátricos de los pueblos que acababan de vencer en las tierra se Canaán.

“Elegid hoy a quien les agrada servir…” (Jos 24, 15) y por ello les recuerda las bondades de la misericordia de Dios hacia su pueblo.

Ahí también la contradicción en las relaciones de Dios con su pueblo, de por medio la libertad humana en la vivencia personal y colectiva de la fe.

III.- Cristo-Iglesia

Cristo-Iglesia indisolubles por la Eucaristía (San Pablo) con relación a Cristo-cabeza originada en el entrañable amor salvífico de la Nueva Alianza; así como las exigencias de amor y comunión que se derivan para todos los cristianos.

El paralelismo Cristo-Iglesia, marido-mujer resulta muy evidente: y la sacramentalidad del matrimonio cristiano se afirma en forma indirecta en esta analogía. 

Esta comparación resulta muy pedagógica, lo mismo es signo el binomio vital cristiano hombre –mujer para demostrar y hacer visible el binomio misterioso Cristo y la Iglesia, que a la inversa, este binomio sacramental Cristo-Iglesia llega a ser signo eficaz y significativo del binomio matrimonial hombre-mujer.

IV.-La libertad humana delante de la Eucaristía

Este mismo drama de la libertad humana ante el designio de Dios, haría de Cristo un “signo de contradicción” en la Nueva Alianza y por lógica de coherencia y continuidad en el hecho sacramental de la verificación de ésa nueva y definitiva Alianza que es la Eucaristía.

Con esta perspectiva cierra san Juan el discurso de Cafarnaum, en el que Jesús anuncia este misterio de amor.

Al presentarse como “Pan de Vida”, verdadera comida sacrificial y salvífica, centro y clave de la voluntad del Padre en la redención de la humanidad, era quizá pedir mucho para aquellas mentes sencillas y naturalistas, y aquellas voluntades débiles, lo que originó la conocida como “Crisis de Cafarnaum”.

“… muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con Él”, por ello el mismo Maestro los pone delante de su realidad y exige su decisión; “¿También ustedes quieren dejarme?”.

Porque el único nivel sobrenatural, don de Dios que supone y exige la apertura obediencial más íntima de la persona, Jesús mismo lo afirma: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. (Jn 6,65).

El resultado de este discurso fue la crítica de los fariseos, la indiferencia del racionalismo, y el abandono de algunos discípulos poco maduros.

Este fenómeno de opción, decisión y compromiso se plantea también en el mundo de hoy. La Eucaristía sigue siendo “piedra de toque” para la fe. Ante ella se definen los campos de creyentes, incrédulos; fieles y renegados, generosos hasta el holocausto y heroísmo, o indiferentes hasta el menosprecio.

V.-Delante de la pregunta de Jesús

La pregunta que hace Jesús es como filosa espada, que define claramente los campos.

De una parte están los que se van: y el autor usa verbos que connotan: disociación de vida, apostasía de fea fractura de comunión. Y la otra aquellos que le siguen.

Es también significativo que después de este grande discurso se aleja de Cafarnaum e inicia su camino hacia el sur, hacia Judea y Jerusalén; con ello marca una frontera; para seguir a Jesús no basta entusiasmarse con sus milagros prodigiosos, o sus enseñanzas de tanta sabiduría, se necesita tomar decisiones, asumir responsabilidades, optar por seguir a Jesús.

No olvidemos la profunda anotación que hace Juan para hacernos comprender que Jesús conoce muy bien a cada persona: “pues  Él conoce lo que hay en el corazón del hombre” (Jn 2.25).

En los que son discípulos, no se da el rechazo por indiferencia, superficialidad, egoísmo o sospecha. Sino por la tentación de la traición; de hecho Jesús afirma: “¿No os he elegido yo a vosotros los doce? y uno de vosotros es un diablo”. Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los doce. (Jn 6, 70-71)

En cambio hay otros que se nutren de la palabra de Jesús, en ella encuentran “Espíritu y Vida”, que eligen la fuerza del Espíritu, que confían en su gracia, no obstante su debilidad y fragilidad, que se deciden a vivir la experiencia de: amar a Cristo, conocerlo, seguirlo, imitarlo, identificándose con Él,  para servir de la mejor manera a los hermanos.

Así expresan su plena adhesión a la persona del Señor, y a su Palabra, repitiendo en sus vidas las bellas palabras de Pedro: “¿Señor, a quien iremos? Tú tienes palabra de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el santo de Dios” (Jn 6, 69).

Delante de toda persona se plantea el reto de seguir adelante hacia Judea y Jerusalén, cumpliendo todas las exigencias de la propia vocación, o volver atrás a buscar la comodidad y tranquilidad de Galilea.

VI.-Conclusiones

1)    Toda persona en algún momento de su vida debe tomar la opción fundamental, si está o no a favor de Cristo. Delante de un Dios que nos ofrece su amor, enseñanza y ejemplo en la persona de Cristo, pero también con las exigencias que son consecuencia de decidirse a seguirlo.
2)    Él exige un amor total, generoso, fiel; que por la abnegación rechaza el egoísmo, sea en la vida eclesial, consagrada o matrimonial.
3)    La libertad es el corazón de la fe y de la moral (Ef. 5) El amor germina en el respeto y la libertad. Libertad para elegir en el amor, para entregarse y servir en el amor. La libertad y la responsabilidad, se presuponen y comportan. La libertad queda siempre como un reto y un riesgo.
4)    Educarnos a actuar como personas de convicciones y no de conveniencias.
5)    Reafirmamos hoy con Pedro,  -Benedicto XVI-, que: “sólo Cristo tiene palabras de vida eterna”.

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