Autoridades se olividan del Mural del Chicle

Cuenta la historia de la principal actividad económica de los antiguos habitantes de la región.

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(Claudia Olavarría/SIPSE)
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Claudia Olavarría/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- El Mural del Chicle que se encuentra en la parte trasera del palacio municipal en Benito Juárez habla de la identidad del pueblo quintanarroense, obra creada hace 25 años que no ha recibido mantenimiento y es tal su deterioro que prácticamente se ha perdido por la falta de interés de las autoridades municipales, aun cuando hay quienes tratan de rescatar la parte cultural que da un mensaje de pertenencia a la ciudadanía.

Antes que Cancún se convirtiera en el principal destino turístico de México y Latinoamérica, los habitantes de la zona y de los estados de Veracruz, Campeche y Yucatán principalmente se dedicaban a la recolección de la sabia que emanaba del árbol de chicozapote, conocida comúnmente como “chicle” una vez que se deshidrata.

(Claudia Olavarría/SIPSE)

Los hombres se adentraban en la selva quintanarroense a los campamentos chicleros (labor por la que recibieron el mote de chicleros). Su estancia en la selva era de junio a febrero porque es la época de recolección en árboles a partir de los 10 metros de altura.

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Una cuerda de henequén (soga) o cable de 12 metros de largo de 1 ¼ de pulgada, dos machetes, dos limas, un depósito de lona grande y otro pequeño conocidos como “chivo”, además de 10 bolsas pequeñas para recoger el chicle de los árboles, eran los utensilios de trabajo de los hombres dedicados a la recolección del chicle.

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Un par de botas, pantalón, camisa de manga larga y sombrero era la vestimenta de los chicleros, quienes llegaron de Veracruz hasta el territorio de Quintana Roo y paulatinamente enseñaron el oficio a indígenas de la región, industria que en su momento fue una de las principales actividades económicas en la zona.

Lo inhóspito de la selva de Quintana Roo permitía que los trabajadores permanecieran en la zona durante los ocho meses de recolección y luego regresaban a sus lugares de origen, el resto del año quienes dominaban el corte de madera hacían esa labor.

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Reyna Alejandra Gil Hernández, bióloga y académica de la Universidad La Salle y la Universidad Tecnológica de Cancún, e integrante de Biosylva A.C., señaló conociendo los antecedentes económicos de Quintana Roo, los integrantes de la agrupación decidieron hacer un homenaje al chicle y a través de un mural informar a la población de los antecedentes del lugar, para ello gestionó la creación del Mural del Chicle con el Ayuntamiento Benito Juárez.

“Alrededor de 1989 se creó Biosylva A.C. y los socios decidieron hacer un mural; el biólogo Gerardo Gómez y la bióloga Luz del Carmen Colmeneros presentan un bosquejo, para solicitar y hacer el mural, porque el chicle dio vida a los habitantes y la comunidad maya dependió de ello mucho tiempo”, comentó Gil Hernández.

El trabajo se repartió, unos buscaron los permisos, otros los insumos para la obra, y otros más a la persona que haría el trabajo muralista, para plasmar el bosquejo.

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La obra se realizó en ocho meses y además de los biólogos participaron los hijos de algunos y el esposo de la entrevistada, así como la hija del muralista; la idea central era plasmar el chicozapote y el proceso de extracción de la sabia, y de fondo la selva de Quintana Roo y parte de su flora y fauna que no tenía el bosquejo original, que de acuerdo con la bióloga plasmaron una selva mediana subpernnifolia.

Los cerca de 12 metros de la pared trasera del palacio municipal fue el lienzo perfecto para la obra, en ese tiempo vieron dar uso a una pared húmeda y con hongos, que fue preparada,  porque en el segundo proyecto buscaron dar una perspectiva real, que es lo que hoy se puede apreciar en parte del deteriorado mural.

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En el Jardín del Arte junto al palacio municipal, se hacían reuniones de artistas y es ahí donde fue contactado Juan Flores para mejorar el mural del chicle.

Para la obra se utilizó pintura epóxica especial para murales, con otros químicos y un barniz especial para su duración.

La inauguración se hizo en 1993 con una ceremonia de chicleo, presidida por el licenciado Fernández en suplencia de Carlos Cardín Pérez, se colocó una placa de cristal con información del mural, de la que hoy sólo se pueden ver los soportes.

Cerca del mural hay un árbol de chicozapote, mudo testigo del desarrollo de Quintana Roo, y junto una placa de mármol con letras blancas colocada por la  Dirección General de Ecología, con la leyenda “Cuidando el ambiente con la fuerza de la gente”.

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La placa describe la especie de la flora y usos, señala que es de la familia Sapotacea “ chicozapote, Manikara zapota”,  y explica que el fruto del árbol es apreciado por su agradable sabor, el látex es usado para fabricar el chicle, su madera es muy apreciada y se utiliza para construir casas, embarcaderos, durmientes, muebles, vigas, sillas de montar, entre otros.  Es empleado como árbol de sombra en parques y jardines y es muy visitado por la fauna local.

Es tan relevante el chicle en la identidad de los quintanarroenses que el maestro y compositor del himno a Quintana Roo, Ramón Iván Suárez Caamal, dice en la quinta estrofa “Mana el látex de herido madero”; se refiere a ese árbol y lo que representó y representa para el estado.

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Gil Hernández coincidió con Eduardo Galaviz Ibarra que durante la administración municipal de Julián Ricalde Magaña intentaron reconstruir el mural pero para ello necesitaban a su autor Juan Flores, por lo deteriorado del mismo, para que fuera fiel la obra, pero no lograron ubicarlo; sin embargo, no pierden las esperanzas de hacerlo. 

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