Anorexia y bulimia ya no solo son trastornos de niñas ricas

Menores de comunidades indígenas se han visto afectadas al tener más acceso a la televisión, que les muestra una belleza fuera de la realidad.

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La Clínica contra la Anorexia y Bulimia Ellen West atiende casos de niñas de ocho años que suelen caer en conductas como vomitar después de cada comida o tirar los alimentos. (Claudia Guadarrama/Milenio)
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Blanca Valadez/Milenio
MÉXICO, D.F.- Los trastornos de alimentación como anorexia y bulimia crecieron en cinco años alrededor de 700 por ciento entre adolescentes y las autoridades aún no hacen nada para atacar ese problema sanitario, señaló Araceli Aizpuro, directora de la Clínica contra la Anorexia y Bulimia Ellen West.

“En México han registrado un incremento de 700 por ciento en cinco años, según estadísticas de la Encuesta  Nacional de Salud y Nutrición 2012, y esto significa que hay tres millones de jóvenes, niños y adolescentes con este problema que puede causar hasta 600 mil decesos”, detalló Aizpuro.

Ricos y pobres

“No es un trastorno de niñas ricas como mal se ha estigmatizado. Hemos tenido pacientes de comunidades indígenas que están siendo afectadas debido a que ya tienen mayor acceso a la televisión, cuya programación está centrada en inculcar modelos de belleza y de éxito ajenos a la realidad nacional”, opinó Aizpuro.

Si bien, dijo, en la administración de José Angel Córdova Villalobos se reconoció a la anorexia y bulimia como parte de las enfermedades mentales, en la actualidad no hay guías ni algún tipo de protocolo para que desde las escuelas y dentro de la red del sistema de salud (IMSS, Issste, Seguro Popular, etc.) se detecte a tiempo.

La razón, según la especialista, es que México enfrenta un severo problema de obesidad, sobrepeso y desnutrición, y son en esas enfermedades en las que se canalizan los presupuestos de Salud y Desarrollo Social.

La anorexia y la bulimia, abundó la experta, son “un problema muy crítico ya que tiene características de tipo adictivo,  como el alcoholismo, en el que ni la persona ni  la familia se quieren dar cuenta y reaccionan cuando hay colapso, baja de peso extrema con depresión, ansiedad o ataques de pánico”.

Aizpuro se reunirá con integrantes del Senado para sugerir modificaciones a la Ley General de Salud, proponer regulación de publicidad y realizar una campaña informativa de identificación de síntomas de esas enfermedades.

Uno de los grandes errores, explicó Aizpuro, es mandar al médico al afectado, pues se trata de una enfermedad mental. “Para ellos comer significa una pesadilla y someterlos a un tratamiento alimenticio de nada va a servir”, dijo.

Cada vez más chicas

En su clínica, Aizpuro atiende casos de niñas de ocho años (antes eran de 12 a 21 años) que suelen caer en conductas como vomitar después de cada comida, tirar los alimentos en la basura, masticar cada bocado 50 veces, hacer ejercicio excesivo y contar las calorías de los alimentos.

Sofía, de 14 años y que fue diagnosticada con anorexia purgativa, explicó que hace un año se impuso la misión de comer solo 50 calorías al día, cuando una persona sana debe consumir mil 200.

“Para mí las calorías eran mis peores enemigas. Si comía una de más pensaba que iba a engordar tres kilos y me sometía a duras jornadas de ejercicio. Yo pesaba alrededor de 60 kilos y baje hasta 36, pero al verme al espejo me seguía viendo igual o peor de gorda”, comentó la adolescente.

La familia de Sofía se dio cuenta del problema hasta que presentó frecuencia cardiaca baja, caminaba lento, se mareaba y perdió el año escolar.

Daniela, de 15 años y con anorexia restrictiva, tuvo varios “motivos” para adelgazar. Por un lado, “las tías me decían gordis o se burlaban de mí, me sentía fea”. Por el otro, tenía la ilusión de conquistar a un compañero de la escuela.

“Pesaba de 65 a 66 y terminé con 46 kilos. Empecé a ir al gimnasio, a quitar alimentos porque quería gustarle a un niño, pensaba que si bajaba le iba a gustar porque, según yo, las bonitas eran las delgadas. Luego me ilusioné con el concierto de Justin Bieber y logré ir estando muy delgada. Ahí es cuando se me acabó toda motivación, sabía que estaba muy hundida, enferma, caí en depresión, mis padres se peleaban y lloraban, yo dejé de ir a la escuela”, recordó Daniela.

En la clínica hay casos extremos en los que las menores llegan graves físicamente.

“No pueden caminar ni hacer esfuerzo... tienden a esconder la comida, restringirse o vomitar, por ello el baño de sus dormitorios, donde permanecen tres meses, están cerrados con candado”, agregó María Teresa Chávez Aguilar, psicóloga de la clínica.

El comedor para muchas jóvenes es el infierno. La psicóloga comentó que a una de las pacientes, de 14 años, le dieron una salchicha y se tardó desde el desayuno hasta la cena en tragarla.

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