Usan 'maldición' colombiana para curar el Alzheimer

Un grupo científico investiga a varios habitantes de Yarumal portadores de una anomalía genética que desencadena el padecimiento de manera precoz.

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John Jairo es uno de los habitantes de Yarumal que sufre Alzheimer. (Raúl Arboleda/AFP)
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Agencias
YARUMAL, Colombia.- Los habitantes de Yarumal, un pueblo del norte de Colombia, la llaman su maldición. Sin embargo, se trata de una anomalía genética de esos pobladores, la cual puede, a costa de un enorme sacrificio y gracias a una aventura científica fuera de lo común, ayudar a encontrar la cura del Alzheimer.

El doctor Francisco Lopera, un neurólogo que pasó su infancia en Yarumal, recibió hace 30 años un paciente con estos síntomas en el hospital de Medellín; entonces, el líder del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, se lanzó a un inmenso desafío: encontrar un fármaco para prevenir el Alzheimer.

“La mayoría de los ensayos clínicos ha fracasado y se debe a que han sido probados demasiado tarde. Se ha cambiado la estrategia y la idea es probar estos medicamentos tempranamente, antes de que la enfermedad destruya el cerebro”, explica Lopera.

Este científico prueba desde hace algunos meses una molécula en un grupo de 300 pacientes sanos de entre 30 y 60 años, portadores de la mutación. Los resultados se esperan hacia 2020.

La mutación "paisa"

Cuando John Jairo perdió su empleo de vigilante nocturno por haber dejado todas las puertas abiertas, su familia comprendió que le había llegado la hora de padecer el mal que afecta a este pueblo y sus alrededores desde hace varias generaciones.

Este hombre tiene apenas 49 años y su cerebro ya está carcomido por la enfermedad mental. Su mirada, perdida, se posa sobre su hija Jeniffer.

“Tengo miedo todo el tiempo de que me pueda ocurrir. Cuando pierdo algo me digo: ya lo tengo”, comentó esta joven de 18 años.

Su padre, que “antes era un hombre tan alegre”, no es más que un ente inquieto, por momentos agresivo, que se levanta en el medio de la noche para intentar salir. El año pasado, un vecino afectado por la misma enfermedad burló la vigilancia de su familia y fue hallado luego, muerto de frío, en la montaña.

Herencia de sus ancestros europeos, la llamada mutación paisa (como se conoce a los habitantes del departamento de Antioquia, al que pertenece Yarumal) puede desencadenar de manera tan precoz como brutal el alzhéimer, que en su forma común se presenta hasta después de los 60 años.

En algunas familias, padres e hijos han sufrido simultáneamente este ciclo de pérdida de memoria seguida de demencia. Basta con que uno de los progenitores transmita a su hijo esta malformación, detectada en un gen del cromosoma 14, para quedar preso de esta terrible lotería: una posibilidad de 50 por ciento de desarrollar la enfermedad, a veces incluso antes de llegar a los 40 años de edad.

Marta, una abuela de 72 años, reza por el éxito del equipo del doctor Lopera. En su casa, sus dos hijos de 43 y 47 años comenzaron a perder la memoria y volvieron a ser “niños pequeños”, mientras que su hija de 53 años es “solo un cuerpo” que se alimenta con biberón.

El proyecto

El medicamento que prueban fue concebido en un proyecto de 100 millones de dólares, financiado por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, el Instituto Banner y el Centro Genentech, perteneciente al grupo farmacéutico suizo Roche.

La molécula pretende destruir la proteína beta-amiloide que, en los pacientes de Alzheimer, coloniza el cerebro y lo atrofia.

Ese padecimiento afecta a más de 36 millones de personas en el mundo y, si no se encuentra un remedio, puede extenderse a 66 millones en 2030 y 115 en 2050, según un estudio de la  Organización Mundial de la Salud. Esto supone un nuevo caso cada cuatro segundos, tres veces más que el sida.

“No se sabe la causa del Alzheimer, pero para el uno por ciento de las personas que sufren la enfermedad, es genética. Eso abre una ventana muy importante para la investigación de terapias preventivas”, señaló Lopera, quien identificó una población de riesgo de cinco mil personas en Yarumal.

Su universidad alberga un excepcional “banco de cerebros”, una valiosa fuente de información obtenida gracias a la donación de órganos de la población local.

“Fue muy difícil para esa gente, además del sufrimiento, dejar el cerebro de sus seres queridos”, dijo Lucía Madrigal, enfermera del Grupo de Neurociencias, que organiza talleres de estimulación cognitiva para los enfermos.

“Sin ese lazo social, nunca hubiese existido este proyecto científico”, abundó la sexagenaria que no piensa en jubilarse.

Nacida en los Andes, Madrigal ha sido testigo de la angustia de Yarumal. “Unos dicen que prefieren matarse. Después llega la enfermedad y se olvidan, pues”.

(Con información de AFP y publicado por Milenio)

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