Jóvenes, los más propensos a infartos cerebrales

El más habitual es el isquémico, que se produce cuando un coágulo de sangre se atasca.

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El cerebro está muy irrigado por venas de distinto calibre, de manera que el oxígeno llegue a nuestro órgano más importante. (BBC)
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Ciudad de México.- Un párpado caído, visión doble o cambios en la visión, dolor ocular, adormecimiento de un lado del cuerpo... Los síntomas de un infarto cerebral son diversos y, en algunos casos, acaban pasando inadvertidos o siendo minusvalorados por aquellos que lo sufren y quienes están a su alrededor. Lo que empieza siendo unos simples "puntitos" en la visión, puede terminar convirtiéndose en un accidente cerebrovascular de gravedad. De hecho, si por ejemplo un aneurisma cerebral (ensanchamiento de una arteria del cerebro) se rompe, pueden aparecer síntomas más graves: dolor de cabeza súbito, vómitos, cuello duro, pérdida del conocimiento... y, como apuntan desde la Biblioteca Nacional de Medicina de los EE. UU. (NIH), "cualquiera de estos síntomas requiere atención médica urgente".

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 Y es que según datos de la Sociedad Española de Neurología el ictus (también conocido como Accidente Cerebro Vascular (ACV), embolia o trombosis) es la primera causa de mortalidad en España entre las mujeres y la segunda en hombres. O lo que es lo mismo, al año se detectan 120.000 nuevos casos, uno cada seis minutos, de los cuales acaban falleciendo 40.000. Un dato que no solo alarma en nuestro país, pues en Europa los casos de muerte asociada a accidentes cerebrovasculares asciende a 650.000 personas cada año.

¿Qué es exactamente un ictus?

De acuerdo con National Geographic, el cerebro está muy irrigado por venas de distinto calibre, de manera que el oxígeno llegue a nuestro órgano más importante, de manera continua. Cuando una parte del cerebro deja de disponer de sangre oxigenada los fallos se hacen patentes en todo el cuerpo: desde la vista hasta la movilidad muscular. Un accidente cerebrovascular es precisamente eso, una interrupción en alguna parte del cerebro del suministro de oxígeno y nutrientes a través de la sangre. Y a nivel médico existen dos tipos distintos: isquémicos y hemorrágicos.

El más habitual es el isquémico, que se produce cuando un coágulo de sangre se atasca y tapona un vaso sanguíneo del cerebro, evitando que fluya la sangre. En función de la importancia (el grosor) de la arteria bloqueada, puede ser más o menos grave, e incluso se puede tratar de algo transitorio que no deje secuelas. Por su parte el hemorrágico ocurre cuando uno de estos vasos sanguíneos que recorren nuestro órgano pensante se rompe provocando un derrame o hemorragia cerebral. En ambos casos la consecuencia es la misma: la muerte de las frágiles células del cerebro que necesitan de sangre de manera continua.

El ictus no distingue entre jóvenes y mayores

Aunque lo más normal es que este tipo de problemas aparezcan en personas mayores. Según los datos que maneja la Federación Española del Ictus, esta enfermedad es más frecuente a partir de los 55 años y su riesgo aumenta proporcionalmente con la edad. "Se estima que más del 21% de la población mayor de 60 años de nuestro país, casi dos millones de personas, presenta un alto riesgo de sufrir un ictus en los próximos 10 años" explican a través de su página web oficial.

Por si todos estos datos no fueran lo suficientemente preocupantes, en los últimos años los casos de accidentes cerebrales entre los jóvenes se han disparado: han crecido un 25% en 20 años. Y según las cifras de la Sociedad Española de Neurología, cada año mueren más de 3.000 jóvenes tras sufrir un ictus.

Ya sea a través del cambio de hábitos de vida y consumo que regulen la hipertensión, la obesidad o el colesterol (factores de riesgo de estos accidentes cerebrales) o a través del conocimiento de los métodos de actuación frente a un infarto cerebral, lo que está claro es que se trata de uno de los problemas médicos más importantes del siglo XXI.

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